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Primera
parte
Francisco de Veyga.
Prolegómenos de la
clínica criminológica
en la Argentina(1)
Patricia Weissmann
Datos
biográficos
Francisco de Veyga es contemporáneo de José Ingenieros y, al igual que éste, discípulo de José María Ramos Mejía. Médico militar de profesión (llegó a obtener el grado de General), es uno de los principales representantes del positivismo médico argentino y una figura central en el desarrollo de la criminología nacional,
Nació en Buenos Aires el 19 de agosto de 1866. Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Central y pasó luego a la Facultad de Medicina. Realizó sus prácticas de pregrado en la Armada Nacional, donde, luego de graduarse, prestó servicios como cirujano. Se recibió de médico en 1890 con una tesis sobre la fiebre tifoideal(2)
Influenciado por José Penna quiso dedicarse a la bacteriología y partió a París para estudiar con Pasteur. Pero una vez allí se vinculó con Charcot y comenzó a asistir a las clases que éste dictaba en La Salpetrière. Frecuentó también los cursos de medicina legal de Brourdel, en la antigua Morgue, y los de psiquiatría de Magnan en Saint Anne. Además tuvieron peso en su formación las ideas de Cesare Lombroso, creador de la antropología criminal.
En 1892, de regreso en la Argentina, fue nombrado director del Hospital Militar por decreto de Carlos Pellegrini. En 1894 fue designado Profesor Suplente de Medicina Legal. En 1897 dictó el primer curso de antropología y sociología criminal en nuestro país. El 21 de junio de 1899 fue designado titular de la cátedra de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y organizó el programa en tres secciones: jurisprudencia Médico-Argentina; Tanatología y Traumatología y Criminología y Psiquiatría Forense.
El dictado de la primera sección se realizaba en la Facultad, y para el mismo de Veyga escribió los "Estudios médico-legales sobre el Código Civil Argentino", considerada por los historiadores de la psiquiatría su obra cumbre(3). Para poder enseñar en forma práctica la Tanatología y Traumatología se hizo cargo, siguiendo el ejemplo de Brourdel, del Servicio Público de Autopsias de la Capital. Y para la enseñanza de la Criminología y Psiquiatría Forense hizo un convenio con el Dr. Francisco Bealey, Jefe de Policía, para desempeñarse como médico ad honorem en el Depósito de Contraventores 24 de Noviembre, «con el fin laudable de establecer sobre bases prácticas la enseñanza de la medicina legal, por cuya razón se elige el mencionado depósito para que los alumnos puedan estudiar las condiciones mentales de los contraventores"(4). Así nació el Servicio de Observación de Alienados, como una dependencia de la Policía. De Veyga fue designado Director del nuevo servicio y nombró a José Ingenieros Jefe de Clínica. La Sala de Observación funcionó hasta 19S7 en un pabellón contiguo al servicio médico de la Cárcel de Villa Devoto. Luego fue disuelta y los pacientes derivados al Pabellón Lucio Meléndez del Hospital Nacional Dr. José T. Borda(5).
En 1905 de Veyga e Ingenieros fueron como delegados argentinos al V Congreso Internacional de Psiquiatría, que se realizó en Roma. Entre 1906 y 1910 de Veyga dicto cursos de Psicología en la Facultad de Filosofía y Letras. En 1911 fue nombrado director general del Servicio de Sanidad del Ejército y se vio obligado a renunciar a la cátedra de Medicina Legal. Su acción se abocó principalmente al recién creado servicio militar obligatorio, con el objeto principal de organizar, controlar y socializar a las jóvenes generaciones de argentinos. Siguiendo esta misma línea, en 1929 participó en la creación de la Liga Argentina de Higiene Mental, institución subsidiada por el gobierno y en la creación del Laboratorio de Psicofisiología de la Facultad de Derecho de La Plata, con el objetivo de hacer investigaciones dentro del campo del derecho laboral y penal. En la base de estos emprendimientos se encontraba la idea fundamental del positivismo empirista, el proyecto de mejorar la raza por medio de la educación, entendida como reforma moral o "regeneración". Los inmigrantes e hijos de inmigrantes eran los sujetos sociales a los que apuntaba tanto el servicio militar como las cadenas de asilos y hospitales que se iban creando.
En el Primer Congreso Latinoamericano de Criminología, realizado en la ciudad de Buenos Aires del 25 al 31 de julio de 1938 y presidido por el Dr. Osvaldo Loudet, de Veyga fue "invitado de honor" en representación de la Asociación Tutelar de Menores. En esa época era profesor honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Algunos de los temas que se discutieron fueron: "Valoración de los factores biológicos y sociológicos en las reacciones antisociales de los menores", "La formación científica del juez de crimen” "Los índices médico-psicológicos y legales de la peligrosidad" y "La peligrosidad como fundamento y medida de responsabilidad"(6).
De Veyga firmó convenios sanitarios con Uruguay, Francia e Italia, participó en varios otros congresos internacionales de psicología, psiquiatría, medicina legal y criminología, dirigió La Semana Médica y escribió para El Mercurio de América y la Revista de Filosofía entre otras publicaciones. Además de los artículos suyos que se mencionan a lo largo de este trabajo, podemos enumerar algunas monografías importantes, como "Anarquismo y Anarquistas" "La inteligencia y la vida. Sus relaciones en el concierto vital" "Genio y degeneración". "De la regeneración como ley opuesta a la degeneración mórbida" y "Vida y trabajos del doctor José María Ramos Mejía". Murió en la ciudad de Buenos Aires en 1942.
Del
Depósito de Contraventores a la Sala de Observación de Alienados
El Depósito de Contraventores se habilitó en 1892, en un viejo galpón situado en la calle 24 de Noviembre, entre Victoria y Rivadavia de la ciudad de Buenos Aires. Es allí, en la sección para "presuntos alienados” donde de Veyga instala la Sala de Observación de Alienados. Su objeto de estudio son los personajes de la noche porteña, la gente de «mala vida"(7): "vagos” "maricas", prostitutas, “invertidos sexuales” inmigrantes perdidos, borrachos, mendigos, "atorrantes", pequeños delincuentes, "sospechosos"; en fin, las víctimas habituales de los mil quinientos policías de las patrullas que recorrían diariamente la ciudad los arrestados eran menores, ya que el Código Penal fijaba el umbral de imputabilidad en los 10 años(8). Como afirma Vezzetti, en el Servicio de Observación se combina la investigación con el control y la represión de la marginalidad. El objetivo es construir un conjunto de conocimientos que permitan desarrollar prácticas de intervención para prevenir la delincuencia. Es así como nace la clínica criminológica(9) aunque ya desde la creación de la cátedra de Medicina Legal, en 1875, varias tesis doctorales habían versado sobre la relación entre locura y delito, sobre todo luego de que Ramos Mejía inaugurara su célebre Instituto Frenopático en 1880.
Partiendo de un enfoque naturalista y cientificista, la criminalidad es considerada como patología, enfermedad del organismo social. Por otra parte, el control social y la prevención del crimen se vuelven imperativos ante el aumento de la delincuencia, que crece paralelamente al proceso de urbanización. Se hace necesario combinar la antropología criminal con una "psicología del delincuente” que permita delimitar su "peligrosidad" y grado de responsabilidad en los delitos que comete. Se estudian también las aptitudes y defectos de las distintas razas, sexos, edades, y los efectos de la educación y la cultura en el mejoramiento de la raza.
En la imagen positivista de un mundo de orden y progreso, la degeneración aparece como el contrapunto del avance social, económico y cultural. La sociedad es concebida como un organismo vivo, en el cual los degenerados representan los desechos, la hez. Respecto a la creación del Servicio de Observación de Alienados, afirma Osvaldo Loudet que "era necesario buscar un laboratorio vivo, el antro sombrío donde caían los detritus sociales"(10). En la concepción de de Veyga las nociones de crimen, locura e inmoralidad son inseparables. La degeneración, como proponía Morel, es enfermedad mental y delito moral, "un mal transmisible en grado extremo, que se acentúa cada vez más a medida que se hereda, sin que tenga otra terminación que el completo aniquilamiento de la estirpe"(11). Pero en esta transmisibilidad la "mala vida" no juega un papel menos importante que la herencia biológica, por eso existe la posibilidad de revertir el proceso por medio de la educación moral. En contraposición al determinismo biológico de Lombroso, sostenido por José María Ramos Mejía, de Veyga, lo mismo que José Ingenieros, acentúa cada vez más los factores socioambientales.
En 1902 comienzan a publicarse los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines. El director es Ingenieros. Ramos Mejía, de Veyga, Manuel Podestá y Pietro Gori forman el comité de redacción. Como observa julio César Ríos, “la inversión sexual se constituye en el primer punto de interés en el espectro de la problemática psicopatológica y criminológica"(12). Así lo demuestran los primeros artículos que publica de Veyga en los Archivos: “Invertido sexual imitando la mujer honesta"(13) “Inversión sexual congénita"(14) “La inversión sexual adquirida"(15) «El amor de los invertidos sexuales"(16), y "El sentido moral y la conducta en los invertidos sexuales"(17).
La inversión sexual es un problema psicopatológico y criminológico en tanto representa un delito moral y por lo tanto un peligro para el organismo social. El interés en la sexualidad "desviada” perversa, coincide con las conceptualizaciones del ámbito de la psiquiatría europea, representadas principalmente por Krafft-Ebing; pero también los trabajos de Ribot, Binet, Janet y Havelock Ellis ejercen una importante influencia en el discurso psicopatológico argentino, al igual que las ideas de Freud, como lo atestigua la obra de Juan Antonio Beltrán(18). Desde estas concepciones, a diferencia de la que propone Krafft-Ebing, la acción del medio juega un papel más importante en la desviación del instinto que la herencia. Para de Veyga, la sexualidad depende tanto de factores orgánicos, "el grado de actividad del aparato genital”, como psicobiológicos: "su centro dirigente está en el cerebro, en donde, además de iniciarse las tendencias que conducen a la satisfacción del instinto, se forman corrientes volitivas que lo regulan y alcanzan el objetivo final"(19). El instinto es aquí concebido según lo propone Carlos Octavio Bunge, como la base de todos los fenómenos psíquicos, que "tiene por objeto inmediato disminuir o evitar el dolor y producir o aumentar el placer, por fin último, conservar la vida del individuo y de la especie"(20) Pero la acción de los instintos no puede reducirse a un acto reflejo puramente mecánico, sino que interviene en ella un elemento psíquico, "subconsciente" y "subvoluntario"(21). Para de Veyga en la categoría de perversión entra todo lo que se desvía de la sexualidad como función reproductiva. La finalidad del sexo es la supervivencia de la especie y en todo caso el mejoramiento de la raza. Lo demás, no sólo es psicopatológico sino peligroso para la sociedad.
El "invertido" no es un simple "pederasta pasivo" aunque en definitiva solo obtiene la sonorización, "por su gusto o contra su gusto (22). Pero no es en el acto sexual donde reside su deseo, sino en hacer gozar a su partenaire. El invertido “Intenta imitar a la mujer". Hay en él dos tipos de tendencias que se combinan; unas innatas, que pueden ser tanto "viriles" como "anómalas” y otras "de fondo delirante" que son "una grotesca fantasía... el producto más genuino de la imaginación" (23). Eso no impide que el invertido crea que lo que cuenta es cierto, como "cualquier otro delirante". Y lo que él cuenta es que es una mujer encerrada en un cuerpo de hombre. "Después, alrededor de la idea que sirve de base al delirio, es decir, de la transformación sexual, se agrupan todas las imágenes que la mente ya alterada va recogiendo en el ambiente en que entra y que son como nuevos refuerzos que recibe la concepción inicial. El ambiente obra de tal manera sobre la imaginación del sujeto que puede decirse que es el factor determinante del delirio y el que al mismo tiempo lo entretiene y conserva... La necesidad de llevar a la práctica la satisfacción de estas tendencias mentales contribuye, pues, en buena parte, a crear este aparato imaginativo... "(24). Vemos aquí nuevamente el pasaje de una concepción innatista a otra predominantemente empirista: de Veyga postula una doble determinación de "tendencias" y "ambiente", pero es este último el que cobra mayor peso.
Existen varios tipos de invertidos: los "fellatores" encuentran su placer en excitar y hacerse excitar por niños. Entre éstos, algunos “elevan su aberración al extremo de absorber las pérdidas que ocasionan". Son los "espermófagos". Otro tipo de invertidos es el de los que se excitan "ante la vista de un objeto emblemático de virilidad y con mayor razón de un órgano vivo, real. Es una forma de "fetiquismo" muy particular que provoca impulsos violentos, la masturbación en unos casos, la tendencia a tocar o poseer el objeto en otros. A esta última categoría pertenecen esos sujetos que suelen encontrarse en la plataforma de los tramways o en las reuniones numerosas buscando tocar los órganos viriles de los que están en la vecindad". Un tercer tipo de invertidos es el de los “masoquistas” que sólo se excitan ante el trato desconsiderado, las cosquillas, los golpes, los insultos y las humillaciones. El rasgo común en todos los tipos de invertidos sexuales es "su anormalidad y la forma impulsiva de manifestarse"(25).
En 1914 se presenta en el Teatro Nacional "Los invertidos”de José González Castillo, que escenifica una relación homosexual entre dos profesionales, el Dr. Florez y el Sr. Pérez, ambos respetables padres de familia. Después de unas pocas representaciones la censura oficial ordena levantar la obra. El personaje central, el Dr. Florez, es un perito médico-sexual especialista en invertidos; sus informes son una réplica casi idéntica de los de de Veyga. Otro de los personajes, la "Princesa de Borbón", existió realmente en la época y se hizo famoso por seducir a varios funcionarios del gobierno, a los que además solía robarles. Finalmente, fue a parar a la cárcel. Años después su historia clínica fue publicada en el Manual de Medicina Legal de Nerio Rojas. En la obra, la Princesa de Borbón dice de Florez que "no hace más que andar disimulando con su aspecto de sabio en conserva lo que todo el mundo sabe... se es o no se es... para qué tanta hipocresía"(26).
Esta historia ¿responde solamente a la imaginación de González Castillo? ¿Hace alusión, tal vez, al director del Servicio de Observación de Alienados? En todo caso, es la primera vez que aparece la temática de la homosexualidad en una representación teatral importante y este hecho, sin duda, señala el peso que está cobrando como problemática en la sociedad intelectual de la época. Según una lectura actual de Sebreli, esto pudo responder a sucesos reales, originados en parte en la mayor proporción de varones solos, producto de la inmigración masiva, que llevó a un incremento de las relaciones sexuales no convencionales, entre ellas la homosexualidad(27).
La explicación degeneracionista no se podía aplicar a las clases altas, por lo que se adoptó otra, que proponía que eran los sirvientes, tutores, maestros, curas (en los internados), y peones (en las estancias) quienes pervertían a los adolescentes "congénitamente sanos". Desde el punto de vista de los médicos criminólogos, la homosexualidad en la clase alta no se relacionaba con la criminalidad sino con la bohemia, el dandismo, lo "chic". Los homosexuales aristócratas eran cultos y finos, sabían de arte y antigüedades, su "perversión" no implicaba un peligro para la sociedad(28).
Tomando como base los datos estadísticos de la Sala de Observación de Alienados, de Veyga, intenta describir "cómo se enloquece" en Buenos Aires, aclarando que "muchas formas deprimidas o no peligrosas figuran en proporción inferior a la real", debido a que no pasan por su Servicio. Clasifica a los alienados en siete grupos:
1. Estados psicasténicos simples: cerebrastenia con o sin ideas suicidas, agitación mental psicasténica o ansiosa. La causa puede ser surmenage o emociones violentas, "sin que exista un fondo degenerativo intenso".
2. Degeneración mental hereditaria: con alucinaciones auditivas, con accesos impulsivos transitorios, con obsesión amorosa, perseguidor-perseguido amoroso, erotómano perseguidor, con obsesión suicida, con manía suicida, con delirio polimorfo, con delirio persecutorio sistematizado, con delirio religioso, con delirio crónico.
3. Psiconeurosis: todas las manifestaciones de histeria y epilepsia.
4. Insuficiencias mentales: imbecilidad, idiotismo, vagabundaje, locura moral.
5. Intoxicación alcohólica: formas agudas y crónicas, delirantes y demenciales.
6. Lesiones orgánicas: parálisis general progresiva, sífilis cerebral, demencia por reblandecimiento difuso.
7. Estados sintomáticos: todos aquellos casos en que no ha sido posible indagar la etiología del proceso patológico(29).
En 1908 de Veyga y Horacio Piñero, titular del primer Curso de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras, fundan la Sociedad de Psicología de Buenos Aires. En un trabajo con el que se inauguran las sesiones científicas de la Sociedad, en 1909, de Veyga aborda los problemas de la indefinición de la psicología como ciencia natural o filosófica, y en qué medida esta no definición interfiere en la transmisión de la disciplina. Propone que la enseñanza de la psicología incluya el conocimiento de las ciencias naturales, la historia de la psicología, el método experimental, la investigación, la psicología aplicada, y, sólo en última instancia, el estudio de la filosofía (supeditada a su aplicación en psicología). El basamento teórico de este programa se encuentra en la concepción monista comtiana de un desarrollo lineal de los fenómenos que va desde los "más generales, más sencillos, más abstractos y alejados de lo humano" hasta los "más individualizados, más concretos y más próximos al hombre"(30).La materia orgánica surge de la inorgánica. Por esta razón, las distintas ciencias se estructuran jerárquicamente según su orden de complejización. Cada ciencia se desprende de la que le antecede, comenzando por la física, que es la más simple y general, y siguiendo por la química, la biología y finalmente la física social, o sociología, creación del propio Comte. Se puede estudiar una ciencia prescindiendo de las que le siguen en complejidad, pero nunca de la que la antecede y sobre la cual se basa. En esta clasificación no hay lugar para la psicología, puesto que, desde su punto de vista, los fenómenos mentales pertenecen a la metafísica y no a la ciencia(31). A diferencia de Comte, de Veyga afirma que la psicología es el "fondo común" de todas las ciencias, tanto las naturales como las sociales y es basamento también de la filosofía y la religión. No se puede abordar la metafísica sin apoyarse en la psicología, del mismo modo que no se puede abordar la psicología sin estudiar la biología, en particular la anatomía y fisiología del sistema nervioso humano(32).
En 1911 aparece, en la publicación trimestral de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, un artículo de de Veyga titulado "Psicología de los delincuentes profesionales", en el que describe distintas modalidades del delincuente, pasando desde la "vocación delincuencial” por el "delito ocasional» y el "vagabundeo" hasta el "lunfardo" o "profesional de la delincuencia". Este último ha alcanzado ya una escala de degeneración que lo hace incorregible. Pero los "auxiliares del vicio y del delito", (pequeños delincuentes, prostitutas, invertidos sexuales, alcohólicos, etc.) pueden ser regenerados por medio de la educación moral(33). El "lunfardo" es casi un "salvaje". Su naturaleza es "animal, rapaz y torpe al mismo tiempo... todo en él es pobre y ruin"(34), desde su ropa, la expresión de su rostro, su apatía, su lenguaje simplísimo, hasta sus limitadas facultades intelectuales. Pero es agresivo y por lo tanto peligroso: "el vagabundo, la prostituta o el mendigo... piden al medio social, por procedimientos pacíficos, no perfectamente excusables, lo que el lunfardo toma por la violencia"(35). Además de su "virulencia", lo que torna al lunfardo especialmente dañino para la sociedad es que, en contacto con él, "todos esos elementos de fondo criminoso pero de actitud pasiva" se contaminan, convirtiéndose en sus instrumentos o sus cómplices y poniendo así en peligro la existencia del "organismo entero"(36).
El
positivismo argentino y la problemática de la inmigración
El positivismo en Argentina apareció más tarde que en Europa, ya que aquí el desarrollo científico recién se produjo en las décadas de 1870 y 1880, mientras que en Europa había tenido lugar a fines del XVIII y principios del XIX. Pero hubo anteriormente una etapa que Ricaurte Soler denomina "positivismo social autóctono(37) y Alejandro Korn "positivismo en acción"(38) representado por la generación romántica (Sarmiento, Alberdi, Echeverría) y ligado al liberalismo democrático. Los proscritos de la dictadura empleaban el término "positivo" para designar lo "objetivo", "real" "natural", y, en general, todo lo relacionado al progreso social y político. Sus ideas eran una reacción directa contra el rosismo, su objetivo construir un país moderno y civilizado. Eran pragmáticos más que doctrinarios, sus lemas ("gobernar es poblar", "educar al soberano", "crear riquezas") eran verdaderos "gritos de combate destinados a estremecer la conciencia nacional, (39). Para ellos, gobernar equivalía a educar y educar era sinónimo de europeizar. Pero lo primero era poblar y dar vida al inmenso territorio que, a partir de 1853, ya se había constituido en una Nación. Para lograr estos objetivos, Sarmiento proponía en su Facundo: "... el nuevo gobierno establecerá grandes asociaciones para introducir población y distribuirla en territorios feraces a orilla de los ríos, y en veinte años sucederá lo que en Norte América ha sucedido en igual tiempo, que se han levantado como por encanto ciudades, provincias y Estados en los desiertos en que poco antes pacían manadas de bisontes salvajes; porque la República Argentina se halla hoy en la situación del senado romano que, por un decreto, mandaba levantar de una vez quinientas ciudades, y las ciudades se levantaban a su voz"(40).
En cambio, el pensamiento de la generación de 1880, si bien muy influido por los imperativos sociales y políticos de su tiempo, no buscaba solamente ejercer una acción inmediata sobre la realidad, sino comprenderla, sistematizarla, teoretizarla. Era una época de optimismo y prosperidad, de especulación y progreso económico. Todavía se fomentaba la inmigración. En 1869 los extranjeros alcanzaban el 12% de la población del país, y de ellos, el 47% se concentraba en la ciudad de Buenos Aires(41). En 1869, entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires contaban con el 28% de la población total del país. En 1914 la cifra había ascendido a más del 46%. Entre 1880 y 1910 ingresaron al país un total de tres millones y medio de inmigrantes, de los cuales más del 80% eran italianos y españoles. Durante todo este período la población de la Capital Federal estaba compuesta, aproximadamente, por un 50% de extranjeros. La población total del país se elevó de dos millones y medio de habitantes en 1880 a más de siete millones y medio en 1913(42). El gran crecimiento demográfico agravó el prejuicio hacia los inmigrantes de clase baja, con los que se asociaba la criminalidad y las "conductas desviadas" que estaban en su base. Este prejuicio alcanzaba también a los hijos de los inmigrantes, "... aquella multitud infantil de fisonomías reveladoras de todos los vicios: alcoholismo, tabaquismo, sífilis, onanismo, pederastía... "(43) según la descripción del comisario Laurentino Mejías. En la opinión de Juan José Sebreli, "es indudable que la inmigración con sus características de amontonamiento, de desarraigo, de soledad, perturbó las costumbres hogareñas de la sociedad patriarcal, violando las reglas morales tradicionales. En medio de ese torbellino incontrolable se dio el auge de la prostitución, el juego, la droga, lo que se llamó la 'mala vida"'(44).
En 1886 entraron a Buenos Aires, que entonces contaba con quinientos mil habitantes, casi cien mil inmigrantes(45). Ese mismo año se inauguraron las nuevas instalaciones del Hospicio de las Mercedes, dirigido por Lucio Meléndez. Dos años antes se había creado la Cátedra de Patología Mental en la Facultad de Medicina(46). El gran desarrollo de la investigación científica en las universidades, especialmente en las facultades de Derecho y Medicina, influyó en la terminología y la orientación de los estudios sociológicos y psicológicos. Pero la disciplina que marcó principalmente todos los discursos científicos de la época fue la biología.
El supuesto básico del positivismo científico es que el conocimiento se basa en la experiencia y que el sentido de la ciencia reside en resolver los problemas inmediatos y concretos de la vida, para lograr el progreso y la felicidad de la humanidad. Sobre esta base se construyeron los primeros laboratorios de psicología experimental, donde se estudiaron los fenómenos psíquicos como actos fisiológicos y se intentó establecer las leyes que rigen la actividad mental. Sobre esta base se desarrollaron también la psiquiatría, la medicina legal y la criminología, apoyando las conceptualizaciones teóricas sobre la observación empírica. En el informe de 1902, elevado por Ramos Mejía al decano de la Facultad de Medicina, el titular de la cátedra de Neuropatología afirmaba que "en el espíritu de la medicina moderna se arraiga, cada día más, el concepto de que la observación clínica debe primar sobre todas las otras formas de enseñanza, por ser ella la única que da al médico la verdadera competencia que necesita para el tratamiento del enfermo"(47).
Desde el comienzo se presenta como problemática la disyunción entre determinismo biológico y sociológico. Ya en la generación de los románticos Sarmiento y Echeverría representan la postura biologista, mientras que Alberdi y Mitre, en cambio, creen que la evolución de la raza no se logrará a través de la cruza con especímenes superiores, sino por medio de la educación y el mejoramiento de las condiciones de vida. Pero, más allá de sus diferencias en cuanto a la causa de la "inferioridad" de unas razas sobre otras, investigadores rigurosos como Hugo Biagini(48), Hugo Klappenbach(49) y Alberto Vilanova(50), entre otros, concuerdan en afirmar que todos nuestros positivistas fueron racistas. Como lo expresa Vilanova, "los hombres que prepararon, conformaron y subsiguieron a la llamada 'generación del '80' fueron racistas convencidos y unánimes"(51). Para ilustrar esta afirmación podemos citar un comentario de Sarmiento a Mitre, luego de la batalla de Pavón: "No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos"(52).
En los '80 la polémica aparece reflejada en el pensamiento antagónico de Carlos Octavio Bunge y Agustín Alvarez. Para Bunge, según la descripción de Alberto Vilanova, las razas más puras (las más evolucionadas) se imponen sobre las otras. Así sucedió en la historia de nuestro país, donde las razas "menos mestizadas" se fueron expandiendo "desde las costas y los litorales hacia el interior"(53) ayudadas por la naturaleza: "El alcoholismo, la viruela y la tuberculosis –¡benditos sean!– habían diezmado a la población indígena y africana... depurando sus elementos étnicos, europeizándolos, españolizándolos"(54).
Agustín Alvarez no siente el mismo respeto por España, a la que considera como cuna de los males que aquejan "el carácter argentino". Pero, a diferencia de Bunge, no cree que la herencia se transmite a través de la sangre, sino por medio de las ideas, creencias y costumbres. Por lo tanto, la evolución de la raza es el resultado inevitable de la educación. Queda en claro, por tanto, que el positivismo argentino desarrolló, al menos, dos actitudes básicas ante la inmigración: la sociológica (confianza en la reeducación) y la biológica (selección del tipo étnico).
La
criminología positiva
El eje central de la escuela clásica de derecho penal (Beccaria) es que considera al delincuente como un individuo normal, igual a los otros hombres, que goza de libre albedrío, conciencia y voluntad y es, por lo tanto, responsable de sus actos. Para Lombroso, en cambio, el delincuente es un ser atávico, degenerado, que reproduce los caracteres orgánicos y físicos de la humanidad primitiva. Ferri agrega a la antropología criminal la importancia de los factores sociales y "cósmicos", e incluye la raza como factor de incidencia en la condición patológica del criminal. Siguiendo a Spencer, Ferri considera que el hombre se aleja de su origen animal y salvaje a medida que las razas evolucionan. Para la escuela italiana, la pena ya no es castigo, como lo proponía Beccaria, sino defensa social.
Para Comte, como para Gall y Lombroso, las inclinaciones fundamentales del ser humano son innatas, y se desarrollan siguiendo un orden pre-existente. Esto se contrapone a la idea lamarckiana de funciones independientes de sus órganos y que pueden incluso crearlos. El delincuente representa una regresión al salvaje –como lo prueban sus caracteres biológicos, psicológicos y sociológicos– por un proceso de degeneración inverso al proceso evolutivo. Para Lombroso, a la capa hereditaria y arcaica se superpone el "salvajismo" de la etapa infantil, y sobre todo esto se construye la capa superior, la más evolucionada, que es la del hombre civilizado, con el sentido moral y los instintos sociales plenamente desarrollados.
En el pensamiento criminológico argentino, la tendencia biologicista aparece primero, como consecuencia de la influencia de la antropología criminal italiana, y puede observarse claramente en el pensamiento de José María Ramos Mejía: "El suicidio, esta válvula de seguridad contra el nerviosismo de las generaciones venideras, haciendo partir voluntariamente a los neurópatas, ahorra a la humanidad muchas locuras hereditarias, saneándola de elementos mórbidos. El suicidio... procede de causas probablemente análogas a las que determinan la prostitución, el vagabundaje y cierto género peculiar de delincuencia. Por ahora, el concepto de la selección darwiniana es el que nos satisface"(55). Al respecto añade que "habrá sin duda herencia de la impulsión al suicidio, porque, como se ha establecido ya por la ciencia, la herencia similar se halla en diferentes formas de emotividad morbosa, y parece que en los centros de ideación como en los motores, que no es posible separar, las células cerebrales tienen una tendencia a especializarse y a adquirir propiedades hereditarias "(56).
Sin embargo, existen en Ramos Mejía conceptualizaciones contradictorias entre la teoría de la degeneración moreliana por una parte, por otra la tesis darwinista de los cambios azarosos que luego se conservan por más adaptativos y, finalmente, la idea de cierta relación entre locura y genialidad, que se manifiesta, por ejemplo, en La neurosis de los hombres célebres(57) o en La locura en la historia(58) cuando afirma que la Inquisición, al acabar con los locos, acabó al mismo tiempo con los genios. En esta misma obra mantiene que en España la gente piensa poco y por eso hay menos locura, pero también un menor desarrollo intelectual. Al contrario que Sarmiento, para quien la gran extensión del campo y la ausencia de vida comunitaria eran causa de barbarie, Ramos Mejía considera que la mayor complejidad de la vida moderna y la creciente densidad de población en las ciudades provocan un aumento de la locura. A la larga, ambas posturas se combinan en la teoría de q les inmigrantes, "esos campesinos de otras partes"(59) representan el primitivismo y la barbarie, insertándose en el cuerpo social como un foco de infección.
Contraponiéndose a las ideas de Lombroso, Luis María Drago afirma que la insensibilidad moral y la perversidad no son privativas del delincuente nato. Siguiendo a Ferri, propone que el Estado no sólo tiene el derecho sino también el deber de defenderse de los criminales, "el orden y la seguridad de las sociedades dependen de esta función represiva que le está encomendada"(60). Vemos esbozarse aquí un antecedente de ese concepto tan caro a la "Revolución Argentina" de Onganía, que fue el de "seguridad nacional".
Con Francisco de Veyga y José Ingenieros comienza a prevalecer el determinismo sociológico, pero sin descartar los factores orgánicos: "... las condiciones del medio físico o cósmico influyen de una manera indudable en la determinación del fenómeno delictuoso... las condiciones del medio social son, en muchos casos, las que impulsan al hombre al delito"(61). En la opinión de Ingenieros "la antropometría de los delincuentes es análoga a la de todos los demás degenerados; los caracteres diferenciales deben buscarse en el terreno de la psicopatología"(62). De Veyga va modificando su concepción a lo largo de los años. En un primer momento sigue los pasos de Ramos Mejía, considerando la degeneración hereditaria como base del delito, "el substratum orgánico sobre el cual asientan todas esas perversiones morales que, significando para la justicia una infracción a la ley moral, no son para la psiquiatría moderna sino la expresión de un desorden en el juego de la vida cerebral,(63). Sin embargo, pocos años más tarde, al discutir la idea de la regeneración como ley opuesta a la degeneración mórbida, afirma que "en el proceso de la gestación y del crecimiento es donde estriba el fenómeno de la degeneración, entendiendo naturalmente por ésta no la simple aparición de accidentes inofensivos, o la vuelta a los caracteres de los antepasados, como se la considera en la zootecnia, sino la aparición de desórdenes funcionales somáticos o mentales de naturaleza definidamente mórbida. Este es por otra parte el significado que ha dado Morel a la palabra y del cual él no quería que se saliera"(64).
La criminología moderna nace, desde el punto de vista de estos primeros criminólogos argentinos, de la concepción positiva del delito, que propone aplicar a su estudio las reglas del método científico. Para Ingenieros, la criminología abarca tres campos de estudio(61):
1. Etiología criminal: estudia las causas determinantes de los delitos. En lugar de presuponer el "libre albedrío" del delincuente, busca el "determinismo" de su acto antisocial en su constitución orgánica y en las condiciones del ambiente en que vive.
2. Clínica criminológica: se ocupa de las múltiples formas en que se manifiestan los actos delictuosos; no trata de establecer la "responsabilidad" del delincuente, sino de fijar su grado de "temibilidad", según el peligro que pueda resultar de su permanencia en la sociedad.
3. Terapéutica criminal: estudia las medidas, sociales e individualizadas, de profilaxia y de represión del delito; no trata de id castigar" al delincuente que se supondría libre de preferir el mal al bien, sino que procura asegurar la "defensa social" contra su actividad morbosa, mediante la segregación en establecimientos e instituciones apropiadas a los diversos casos.
A
modo de conclusión
A lo largo de las líneas precedentes vemos como, poco a poco, la antropología criminal va siendo sustituida por una psicología y sociología del delincuente, y las causas sociales acaban prevaleciendo sobre la herencia biológica en el tema de la degeneración. El nuevo enfoque se alimenta de las ideas de la tradición francesa, fundamentalmente de Ribot, Charcot y Janet. El objeto de la investigación psicopatológica pasa a ser la personalidad del delincuente (más que sus características físicas) y la problemática a intervenir el entorno social. Finalizaremos el presente trabajo ejemplificando esta nueva manera de concebir el crimen y, sobre todo, al criminal, con un informe médico-legal, realizado por de Veyga, que presenta Hugo Vezzetti(65):
En 1905 el inmigrante español y anarquista Salvador Planas Vilella intentó asesinar al presidente Quintana. De Veyga consigna en su informe que Planas llega a la Argentina sin dinero, trabaja en una fonda por la comida, duerme en los bancos de las plazas. Pero sabe leer, en su Catalunya natal era tipógrafo. Al llegar a Buenos Aires conoce un grupo de españoles anarquistas, que le prestan libros y periódicos del movimiento. Al tiempo consigue trabajo y mejora su situación económica, pasa todo su tiempo libre leyendo e instruyéndose. Ayuda a sus compañeros necesitados y manda a su familia casi todo lo que gana. Conoce a una compatriota de quien se enamora. Los padres de ella no le permiten continuar la relación y sus propios padres le envían, por la misma época, una carta recriminándolo por olvidarlos. Su patrón hace meses que no le paga, es por eso que ha dejado de enviar dinero a su familia en España. En la opinión de de Veyga, la suma de estos problemas y desdichas llevan a Planas a enloquecer. En su delirio, hace responsable al presidente de todas las injusticias que lo rodean y de su propia situación. Entonces planea matarlo y suicidarse después. Otro factor que incide en el fatídico desenlace es el exceso de lecturas que no comprende, y que con sus "pocas luces" lo llevan a creer que los problemas del mundo pueden solucionarse muy fácilmente por la revolución. Un tercer factor se encuentra en la predisposición hipocondríaca del acusado, que lo hace ocuparse en exceso de su salud y de su cuerpo. El atentado lo realiza corriendo, a pie, junto al coche presidencial y disparando con un revólver del que no salen las balas. De Veyga finaliza su informe afirmando que considera que Planas no es ni criminal, ni responsable de su acto impulsivo, producto de "un choque emotivo que perturbó su integridad mental". Por lo que, en su opinión, el acusado no presenta "peligrosidad" y debe ser puesto en libertad.
Este caso ilustra con mucha claridad la visión sociológica del creador de la psicopatología forense de la República Argentina y en cierta forma ilumina su larga y prolífica trayectoria institucional n
Notas:
1. Becaria de
investigación. U. N. M. D. P. Facultad de Psicología. Cátedra Modelos en Psicopatología.
La autora agradece al Dr. Guillermo Vidal por la facilitación del material que
se presenta en la Selección de textos.
2. La tesis se
denominó "Contribución al estudio de la Fiebre Tifoidea". Hemos
tomado la mayor parte de los datos biográficos de Emilio Bonnet.
"Francisco de Veyga. Un maestro de la Medicina Legal". Boletín de la Academia Nacional de Medicina.
1965. Vol. 43, 211 semestre, p. 537-552.
3. Por ejemplo:
Guerrino, A., La Psiquiatría Argentina.
Bs.
As., Ed. Cuatro SRL, 1982, p. 121; Bonnet, E., op. cit., p. 539.
4. Orden del día
de la jefatura de Policía de la Capital Federal, 14 de octubre de 1899. Citado
en: Loudet, O. y Loudet, O. E. Historia
de la Psiquiatría Argentina. Bs. As., Troquel, 1971, p. 129.
5. Beltrán, J.
R., "La medicina legal en la República Argentina". La Semana Médica. 1929. T. XXXVI. p.
570-573.
6. Actas del 1º
Congreso Latinoamericano de Criminología. Publicación y dirección del Dr.
Osvaldo Loudet. Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional. Bs. As., 21 quincena,
1939.
7, Ríos, julio
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en el XXVI Congreso Interamericano de Psicología. Sao Paulo. 6/7/97.
8. Feinmann, E.,
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1913. Citado en: Scarzanella, E. "El Baedeker del progreso: visitantes
italianos e instituciones modelo en Bs. As. (1907-1910)". Estudios migratorios latinoamericanos.
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9. Vezzetti, H.,
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10. Loudet, O. y
Loudet, O. E., Historia de la Psiquiatría
Argentina. Bs. As., Troquel, 1971, p. 129.
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Congreso Argentino de Psicología. Tucumán, 26/6/97.
13. Archivos… tomo I, 1902.
14. Archivos… tomo I, 1902.
15. Archivos… tomo II, 1903.
16. Archivos… tomo II 1903.
17. Archivos… tomo III, 1904.
18. Por ejemplo
su monografía “La psicoanálisis al servicio de la criminología", de 1923.
En esa época Beltrán era profesor titular de Historia de la Medicina de la UBA
y miembro de la Sociedad Argentina de Criminología.
19. " La
inversión sexual adquirida". Archivos...
tomo IL 1903, p. 194.
20. Bunge, C.
O., Principios de Psicología Individual y
Social. Bs. As., Casa Vaccaro, 1903, p. 49.
21. Ibid.
22. "El
amor en los invertidos sexuales". Archivos...
tomo 11, 1903, p. 337.
23. "El
amor en los invertidos sexuales". op.
cit. p. 333.
24. "El
amor en los invertidos sexuales". op.
cit. p. 335. (Las cursivas son
nuestras).
25. "El
amor en los invertidos sexuales. " op.
cit. p. 338-340.
26. Citado por
Ríos, J. C., "Los invertidos... ", op. cit.
27. Sebreli, J.
J., op. cit. p. 283.
28. Sebreli, J.
J., op. cit. p. 295.
29. Veyga, F de,
«Estadísticas de la Sala de Observación de alienados". Archivos... tomo 11, 1903, p. 42-45.
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34. Veyga, F de,
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35.Veyga, F de,
'Tos Lunfardos". Archivos...
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36. Ibid.
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42. Floria, C. y
García Belsunce, C., op. cit. p.
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46. Ibid.
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50. Vilanova,
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51. Ibid.
52. Pérez
Amuchástegui, A. J., Mentalidades
Argentinas (1860-1930). Bs. As., EUDEBA, 1984, p. 43.,
53. Vilanova,
A., "Raza y mente en el albor de la psicología argentina". op. cit.
54. Bunge, C.
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Vilanova, A. op. cit.
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56.Ibid.
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58. Ramos Mejía,
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59. Vezzetti, H.,
La locura en la Argentina. op. cit.
p. 124.
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64. Veyga, F. de
"De la regeneración como ley opuesta a la degeneración hereditaria". Archivos... 1905, Tomo IV, p. 33.
65. Vezzetti, H.
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