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Primera parte

 

Juan Manuel Fernández de Agüero y Diego

Alcorta: Ideología y locura en el Río de la Plata

 

Norberto Aldo Conti(1)

 

 

 

1. Pensamiento moderno, ilustración e ideología

 

Entre los Siglos XVI y XVII comienza a producirse en Europa occidental una profunda transformación material e intelectual que abarca las ciencias, la filosofía, la política, la economía y en definitiva toda la vida cotidiana del hombre europeo por lo cual podemos hablar, a partir de aquí, de la constitución de una nueva cosmovisión del mundo o paradigma: La Modernidad. Esta cosmovisión se va construyendo sobre la incipiente pérdida de poder hegemónico de la Iglesia Católica que, con el surgimiento del Protestantismo y las guerras de religión deberá aceptar una definitiva fragmentación de su grey. Este movimiento es concomitante con el desarrollo de la burguesía especialmente en los Países Bajos donde se produce un marcado desarrollo de las artesanías regionales que conllevan un alto desarrollo técnico como por ejemplo en el caso de la óptica que será esencial para afirmar las nuevas ideas acerca del universo.

Es este mismo contexto histórico social el que da paso al desarrollo de la Ciencia Moderna: en los cien años que van de 1543, fecha de la muerte de Copérnico a 1642, fecha de la muerte de Galileo y del nacimiento de Newton, la interpretación humana acerca del universo y del lugar de la tierra en el mismo sufrirá un giro esencial para todas las interpretaciones posteriores, sean éstas filosóficas, científicas o de sentido común.

En efecto, la tierra se corre del centro del universo para ubicarse en el sistema solar y pierde sus leyes diferenciadas con respecto al resto de los astros para ser regida, democráticamente, por las mismas leyes, matemáticamente expresables y comprensibles, que rigen en todo el universo. Cuando Newton fije, con sus dos leyes del movimiento, la legislación básica que explica todo comportamiento de la naturaleza habrá completado un segmento esencial del Pensamiento Moderno: la matematización de lo real.

Vemos entonces que, en este complejo proceso de transformación paradigmática, la razón emerge triunfadora y tiende a ocupar el lugar hegemónico que anteriormente ostentaba la autoridad y la tradición.

En consonancia con esto Descartes inaugura la Filosofía Moderna con su racionalismo, según el cual todos los hombres son iguales en tanto racionales y el conocimiento depende en última instancia del buen uso de la razón. Por este motivo publica en 1637 el Discurso del Método y en 1642 Las Reglas para la Dirección del Espíritu, verdadero catecismo del hombre moderno. Si los Siglos XVI y XVII fueron los del inicio del cambio, el Siglo XVIII pretendió ser el de la ruptura definitiva con la antigua tradición metafísica y por ese motivo ha sido llamado "El siglo de las Luces" y el movimiento que lo orientó Iluminismo" o Ilustración". Pero esta razón que ilumina el siglo no será ya esa razón omnipotente, ¡limitada, de los escritos cartesianos. Será una razón cruzada con el empirismo, en particular con Locke, quien afirmó que "nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos".

La razón ilustrada es entonces una razón limitada porque necesita del dato sensorial, de aquello que no depende de su pura creatividad. De aquí se desprende la oposición de la Filosofía Ilustrada a la Metafísica entendida como pretensión de la razón de avanzar independientemente de los datos de la sensibilidad.

Otra característica del Siglo de las Luces es la reflexión acerca de la incidencia social y política del nuevo pensamiento científico y filosófico; son producciones paradigmáticas en este sentido "El contrato Social" de Rousseau y "El espíritu de las leyes" de Montesquieu. El mismo Montesquieu que afirma:

"No es la fortuna la que gobierna el mundo;. son causas generales, morales o físicas que operan sobre cada Estado".

Vemos así cómo, aquella legalidad que comienza rigiendo el universo y continúa rigiendo la naturaleza culmina gobernando también en el horizonte político y social.

De aquí se desprende que, para los ilustrados del Siglo XVIII, la educación en tanto propagación del conocimiento no responde sólo al apetito cognoscitivo sino que es primordialmente una necesidad ética de todo individuo. En esta línea se inscribe la fenomenal tarea emprendida por el enciclopedismo francés, en especial por su director, Diderot (1713-1784) y D'Alambert (1717-783), quien en su célebre discurso introductorio a la Enciclopedia, publicado en el año 1751, afirmaba:

"Todos nuestros conocimientos inmediatos pueden reducirse a percepciones sensibles; de donde se sigue que debemos todas nuestras ideas a la experiencia sensible".

Antes de ver su fin el Siglo de las Luces acontece un hecho, verdadero punto de inflexión en la historia de occidente, La Revolución Francesa. No es éste el lugar para discutir acerca de la mayor, menor o nula incidencia de las ideas ilustradas en el desarrollo de la mi5ma; de lo que sí no hay dudas es de la influencia de dicho evento en el desarrollo del pensamiento moderno.

En efecto, durante el período de la Revolución Francesa, Antoine Destutt de Tracy introduce en el Instituto Nacional de Francia la palabra ideología para nombrar la disciplina filosófica que sería fundante y garante de todas las ciencias. La Ideología cumpliría con la tarea de observar y describir el espíritu humano tal como se describe y observa un objeto de la naturaleza, planta o mineral. Para esta tarea se apoya en el pensamiento de Bacon, Locke, Helvetius y especialmente el sensualismo de Condillac. Este autor afirma, en "El tratado de las sensaciones" que la fuente de todo conocimiento procede de las sensaciones y que la misma vida psicológica surge a través de la sensación no quedando limitada aquella a la propia conciencia, por el contrario, las sensaciones que recibe de los sentidos, en especial del tacto, le dan seguridad de la existencia del mundo exterior:

"Nuestros sentidos son las primeras facultades que notamos. Las impresiones de los objetos llegan al alma únicamente a través de los sentidos".

"El alma siente por el olfato, por el gusto, por el oído y principalmente por el tacto".

Lógica, 1ra. Parte, Cap. 1. 1780

 

Condillac es un fuerte inspirador del movimiento ideológico francés encabezado por Destutt de Tracy y Cabanis, aunque ambos autores le criticaron la insuficiencia de sus bases fisiológicas; justamente ellos centraron sus desarrollos en la comprensión fisiológica del funcionamiento del alma humana, estando sus trabajos a la base de la futura psicología experimental.

 

 

2. La ilustración en el Río de la Plata

 

La Ilustración se introduce en España recién a mediados del Siglo XVIII coincidiendo con un momento de reforma global de las políticas españolas en Indias iniciada por Carlos III, tercer rey Borbón, que accede al trono de España en 1759. Estas reformas tienen por finalidad cambiar el rumbo de la creciente decadencia del Imperio Español frente al incesante crecimiento de sus rivales Francia e Inglaterra. Las mismas incluyen tres aspectos esenciales: reforma económica, fiscal y militar; su aplicación significa, en la región del Plata, la creación del virreynato en el año 1776. Esta nueva estructuración político-administrativa y militar permitirá que Buenos Aires, pequeña aldea periférica, se transforme en el último cuarto del siglo XVIII en una ciudad de importancia con peso político, económico y militar, y por lo tanto, con una creciente vida cultural.

Pero el movimiento ilustrado español, al que hacíamos referencia anteriormente, presenta particularidades esenciales para comprender luego la introducción de la Ilustración en el Río de la Plata. Efectivamente, la ilustración española tiene límites infranqueables: no tiene permitido criticar el poder político de la monarquía y no tiene permitido criticar el Catolicismo y el papado. Sus exponentes son, en su totalidad súbditos de la corona y religiosos de ordenes católicas. Esta particular formación intelectual inspirada en la Ilustración es lo que Chiaramonte ha llamado La Ilustración Católica y que constituye el primer segmento de este renovador pensamiento en el Río de la Plata. Esta Ilustración Católica desarrolla el estudio y propagación del pensamiento que va de Descartes a Newton aplicándolo al conocimiento de la naturaleza y la economía pero sin abandonar ciertos fundamentos aristotélicos. Es probablemente el padre Feijoo quien, a mediados del siglo XVIII, lleva adelante con más brillo la difusión de las ideas iluministas en su monumental obra "Teatro crítico Universal", publicada entre 1726 y 1739.

En el Río de la Plata Juan Baltasar Maciel, (1727-1788), se erige en figura central de la propagación de las ideas ilustradas, estudia en Córdoba, Santiago de Chile y Charcas donde se doctora en Derecho Civil y Canónico y, una vez establecido en Buenos Aires, llega a tener una rica biblioteca con la mayor parte de la literatura ilustrada, incluyendo los libros proscriptos por la censura eclesiástica.

A principios del siglo XIX surgirá una nueva institución en el Río de la Plata que cumplirá un importante papel en la propagación de las ideas ilustradas: el periodismo; a través de él se expresaran entre otros Be1grano y Moreno. Surgen en esa época El telégrafo mercantil, El semanario de Agricultura, Industria y comercio y el Correo de Comercio. Sus mismos nombres marcan el interés que los presidió: la economía; en ellos se discute tanto el neomercantilismo de Genovesi y Filangieri como los fisiócratas Smith y Mill.

En el turbulento decenio 1800-1810 esta Ilustración Católica dará figuras de prestigio en el Río de la Plata y sus ilustrados construirán una identidad local apoyada en el crecimiento económico y el éxito militar sobre los ingleses en 1806-1807. Para la época de la Revolución de Mayo esta doble apoyatura estará representada por un puerto: el de Buenos Aires, que controla el comercio tanto interior como exterior y una milicia de siete mil hombres que representan la totalidad de la ciudadanía porteña.

En este período de aparente ruptura radical podemos constatar que en los intelectuales revolucionarios sigue operando la Ilustración católica mucho más que el iluminismo francés. Si hay un intelectual revolucionario paradigmático ese es Mariano Moreno; en dos importantes producciones suyas del período revolucionario podemos encontrar la limitación católica de su ilustración:

 

            "Es de necesidad una absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades Santas de nuestra augusta religión... "

Sobre la libertad de escribir. Gazeta de Buenos Aires, Nro. 3

jueves 21 de junio de 18 10.

 

            "Como el autor tuvo la desgracia de delirar en materias religiosas, suprimo el capítulo y principales pasajes, donde a tratado de ella?

Prólogo a la traducción de El Contrato Social de

J. J. Rousseau. 26 de Noviembre de 1810.

 

En primer lugar la libertad de escribir tendrá como límite “las verdades santas" de la religión, en segundo lugar Rousseau, ese hombre admirado y estudiado hasta el hartazgo a la hora de pensar acerca de la constitución del poder político, se vuelve un desvariado a la hora de opinar sobre religión. Respecto a la posición intelectual de Moreno nos dice Rípodas Ardanaz:

“…postura intelectual de tantos revolucionarios criollos que se sentían cómodos dentro del pensamiento ilustrado español, a cuyas doctrinas accedían sin trabas desde hacía tiempo. Aunque conocedores de las obras de los enciclopedistas franceses que, por cierto, dejaba en ellos su impronta, en trance de buscar modelos, solían preferir los ofrecidos por la ilustración hispana por considerarlos suficientemente renovadores y resultar más acordes con su mentalidad configurada en lo esencial por esa misma ilustración".

Refracción de ideas en Hispanoamérica Colonial,

ECA., Bs. As., 1983, pág. 148.

Este es el primer tramo perfectamente reconocible que desarrolla el pensamiento moderno en el Río de la Plata: La Ilustración Católica. Habrá que esperar el pasaje de los diez primeros y violentos años de vida independiente para encontrar el segundo segmento de ilustración rioplatense: La Ideología, porteña y universitaria. Si bien Cosme Argerich enseñaba el "sensacionalismo" de Cabanis en 1808 y Juan Crisóstomo Lafinur dictó un curso de Ideología en el Colegio de la Unión del Sur en 1819, hubo que esperar la fundación de la Universidad de Buenos Aires, bajo el proyecto político-intelectual de Bernardino Rivadavia, para que se dictara el primer curso de filosofía ilustrada sin restricciones religiosas en la ciudad de Buenos Aires; fue su disertante durante cinco años (18221827), Don Juan Manuel Fernández de Agüero. Fue su sucesor en la cátedra el Dr. Diego Alcorta hasta 1842, fecha en la cual se cierra el ciclo ideológico porteño.

 

 

3. La Universidad de Buenos Aires

 

El desarrollo de las reformas borbónicas en la segunda mitad del siglo XVIII permite un rápido ascenso de Buenos Aires en el panorama social del Río de la Plata; en este contexto ya en 1767 se verifica un pedido de traslado de la Universidad de Córdoba a Buenos Aires por par te del Cabildo secular que no prospera por la tajante oposición del clero cordobés. En 1771 el entonces Gobernador Vértiz impulsa la creación de la Universidad aprovechando para esta empresa los bienes confiscados a los jesuitas en 1767, su propuesta culmina con la creación del Real Colegio de San Carlos y en 1779, siendo ya Vértiz Virrey, una Real Cédula confirma los reales estudios en el Colegio y autoriza fundar la Universidad. Si bien esta Real Cédula es reconfirmada en 1784, 1786 y 1789 la enconada oposición del Cabildo de Córdoba y del clero en general a instituir estudios no puramente teológicos posterga esta decisión hasta el fin del período colonial. A partir del 25 de Mayo de 1810 se produce un notable cambio en la vida social porteña, el proceso de militarización y el consiguiente desbarrancamiento de la economía que conlleva relega la vida intelectual a un segundo plano. No sólo se relega la fundación de la Universidad sino que prácticamente desaparece el Real Colegio de San Carlos; desde entonces y hasta después de 1815 los intentos por organizar la educación superior no pasan al plano ejecutivo. A partir de 1816 el afianzamiento de la autoridad del gobierno permite la organización y difusión de la enseñanza primaria y el 6 de febrero el Director Alvarez Thomas comisiona al Dr. Antonio Sáenz para fundar la Universidad y redactar su reglamento provisorio. En diciembre Pueyrredón, interesado en el tema, pide informes sobre los estudios en los conventos; La Merced le contesta que hace seis años que no hay allí alumnos y Los Recoletos que hace tres años que no se dictan cursos de filosofía por lo cual los frailes han abandonado la educación. Pueyrredón restablece la enseñanza en el Colegio de San Carlos que se reinaugura con el nombre de Colegio de la Unión del Sur, el 16 de julio de 1818. Este proyecto no prospera pues el Colegio entra en rápido conflicto con el seminario conciliar y su actividad se diluye en los enfrentamientos. Finalmente el 18 de mayo de 1819 Pueyrredón envía el proyecto de creación de la Universidad al Congreso y sale aprobado tres días después; en la misma resolución se faculta al Dr. Antonio Sáenz para llevar adelante el proyecto. Sáenz negocia con el Vicario Capitular para contar con los fondos del Seminario e incluye a éste y otros prelados en el futuro claustro. Luego de la caída de Pueyrredón el Director Rondeau solicita al Congreso la erección de la Universidad lo cual le es negado en el turbulento año de 1820.

Desde febrero de 1821 Martín Rodríguez, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, apoya la gestión de Sáenz quien rápidamente da forma a la estructura de la futura Universidad. El 28 de abril se juntan las Academias existentes(2), el Instituto Médico y el Colegio de la Unión del Sur y sus profesores son nombrados catedráticos de la Universidad(3). El 13 de mayo Bernardino Rivadavia es nombrado Prefecto de Estudios Preparatorios(4). Se crea el Tribunal Literario compuesto por los prefectos de cada Departamento y un padrino por cada Facultad que deberá ser el Catedrático más antiguo. El 7 de julio juran el Rector y los Prefectos y el 12 de agosto de 1821 a las cuatro y media de la tarde se realiza la solemne inauguración en el templo de San Ignacio con la presencia de Bernardino Rivadavia como Ministro de Gobierno. Los lineamientos generales del accionar futuro de la Universidad quedan expresados en el texto del juramento de sus miembros:

"Juraís a Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios y prometéis a la Patria defender la libertad e independencia del país bajo el orden representativo y el unico imperio de la ley? Jurais y prometeis conservar y sostener todos los fueros y privilegios de la Universidad? Jurais y prometeis obedecer al Cancelario y al Rector de la Universidad, al Tribunal Literario y a la muy ilustre Sala de Doctores? ".

Las expectativas con respecto al desempeño de la Universidad por parte de la sociedad porteña puede ser seguida en el Argos de Buenos Aires, N. 20 del sábado 18 de agosto de 1821:

"Un país que por su posición geográfica debe ser el conducto y el canal de todas las relaciones políticas y comerciales con las demás naciones; que por la fertilidad de sus terrenos debe ser agricultor, que por su vasta extensión y prolongación por las costas debe ser muy poblado y dedicado a fomentar la navegación, y que contiene en sí mismo todas las necesidades que se deben proveer con una administración tan vasta, como la que se puede dar a las demás provincias juntas, clamaba imperiosamente por un establecimiento donde se formasen los hombres, que habían de suceder en los destinos, a los que hoy los ocupan, y habían de emprender lo que hoy no es posible ni prudente..."

 

 

4. Juan Manuel Fernández de Agüero: El hombre

 

Juan Manuel Fernández de Agüero nace en Santander, España, el 21 de febrero de 1772. Según la documentación existente habría llegado a Buenos Aires entre 1787 y 1793; el año 1794 lo encuentra como alumno de primer año del Real Colegio de San Carlos, completa sus estudios allí en 1800 y solicita su ordenación sacerdotal. Se traslada a Santiago de Chile y en 1801 cursa estudios de teología en la "Real Universidad San Felipe" donde obtiene el título de Licenciado y Doctor en la Facultad de Sagrada Teología; recibe luego, en Santiago su ordenación sacerdotal el 26 de enero de 1802. En enero de 1803 concursa por oposición la cátedra de filosofía del San Carlos, la cual es ganada por el Dr. Josef Ruiz.

El 6 de febrero de 1805 gana el concurso de oposición para ocupar la cátedra de filosofía perdida dos años antes; entre sus contendientes vencidos se encontraba el Dr. Antonio Sáenz. El 7 de febrero el Virrey Sobremonte lo nombra "Catedrático en propiedad de la enseñanza de la filosofía en el Colegio Real de San Carlos». Ocupó este cargo hasta 1807 y dejó de esta experiencia una obra escrita, hoy desaparecida, que según Juan María Gutiérrez existía en la Biblioteca de la Universidad en el año 1868; su contenido se ajustaba a la escolástica colonial en boga para la época y el mismo Fernández de Agüero criticará esta obra durante su enseñanza de 1822.

En 1806 es nombrado Capellán del Tercio de Cantabros y en 1808, finalizada ya su primera experiencia docente, es nombrado cura párroco del pueblo de Morón, cargo que desempeña durante cinco años. En 1813 debe abandonar su cargo dada su condición de extranjero, según lo dispuesto por la Asamblea del XIII. Los motivos que determinaron las dificultades que tuvo para obtener la ciudadanía no serán discutidos en esta reseña; sí es de importancia consignar que los años que le llevó obtenerla son muy probablemente los que ocupó en formarse en el conocimiento de la nueva Ideología francesa. En 1820 obtiene la ciudadanía provincial otorgada por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, pero no vuelve a ejercer el ministerio sacerdotal. Podemos suponer que ya se ha completado su notable transformación intelectual, que lo introduce de lleno en el naciente proyecto universitario. El 8 de febrero de 1822 es nombrado «Prefecto de primeras letras y Catedrático de Lógica, Metafísica y Oratoria". Fernández de Agüero renunció a la Prefectura y se dedicó de lleno a organizar el primer curso de filosofía de la Universidad.

Abandona la enseñanza universitaria de ideología en 1827 y retorna a la misma como Profesor de Economía Política entre 1829 y 1830 y luego se desconoce su actividad hasta el 19 de octubre de 1840 fecha de su fallecimiento, del cual nos dice Zamudio Silva: "Ningún eco tuvo su muerte ni en el periodismo, ni en la Universidad, ni en la Legislatura".

 

 

5. Juan Manuel Fernández de Agüero: la obra

 

Los principios de ideología de Fernández de Agüero constituyen un ejemplo paradigmático del proyecto universitario rivadaviano ya que conjugan una filosofía iluminista que intenta superar la tradición escolástica colonial con una praxis educativa concreta y eficiente que incluye la formación permanente de los jóvenes en las nuevas doctrinas a través del dictado de cursos completos con sus correspondientes evaluaciones curriculares.

Comenzó su enseñanza en marzo de 1822 y dictó su primer curso completo de la siguiente manera: Ideología Elemental desde el 14 de marzo hasta el 24 de mayo de 1822; Ideología Abstractiva desde el 15 de julio de 1822 hasta el 16 de mayo de 1823 e Ideología Oratoria desde el 30 de junio hasta diciembre de 1823. Dos decretos del poder ejecutivo ordenaban a los catedráticos escribir sus cursos completos para luego ser publicados por cuenta del Gobierno Provincial(5).

Fernández de Agüero escribió sus lecciones en cuatro cuadernos de 63, 66, 42 y 68 páginas cada uno, que se conservan en la Biblioteca "Enrique Peña"; La parte correspondiente a la Lógica fue publicada en 1824, la Metafísica se publicó en un solo tomo (segundo y tercer manuscrito) en 1826 y la Oratoria nunca fue publicada hasta la edición de 1940(6). Estructuralmente la obra se divide en tres partes, correspondientes a los tres momentos de dictado del curso; la primera parte referida a la Lógica es para Fernández de Agüero una herramienta para la comprensión filosófica pero no la filosofía misma y la tercera parte sobre Retórica se refiere a los modos correctos de expresión de las doctrinas, de manera que el contenido esencialmente filosófico queda ubicado en la segunda parte de Ideología Abstractiva o Metafísica. Las fuentes bibliográficas a las que más comúnmente recurre son, a nuestro entender, las siguientes: Pierre Jean Georges Cabanis (Rapports du Phisique et du Moral de l'homme, París, 1802) Etienne Bonnot de Condillac (Essai sur Porigine des connaissances humaines, Paris, 1797 y Traité des Sensations, Paris, 1803), Desttut de Tracy (Principes Logiques ou recueil de faits relatifs a l'intelligence humaine, París, 1817 y Elemens d'ideologie, Paris 1817), Barón D'Holbach (Elements de la morale universelle, ou le catecisme de la nature, París, 1790) y Jean Jacques Rousseau (Du contrat Social ou principes du droit politique, Arristerdarri, 1762).

 

 

6. La metafísica de Fernández de Agüero en el contexto de la reforma eclesiástica

 

La Ideología abstractiva o metafísica comienza con una introducción en la cual Fernández de Agüero hace una fundamentación histórica de por qué es necesario tomar el nuevo rumbo en el pensamiento, fijado por el movimiento ideológico francés. En esta fundamentación desarrolla su visión de la posición de la Iglesia, como institución terrenal, desde sus orígenes hasta la emancipación del Río de la Plata; es grande la sorpresa que causa su lectura por el tono crítico, verdaderamente cismático, que imprime al texto el ex alumno del San Carlos y ex-Párroco de Morón (ver Introducción... pág. 17-23).

¿Como insertar el contenido de esta Introducción en el pensamiento porteño de la época? ¿Qué resonancia tuvieron las palabras de Fernández de Agüero más allá del círculo de alumnos, en el clero, en la sociedad? Para comenzar es interesante fijar que este segmento del curso, referido a la metafísica, fue dictado íntegramente (julio de 1822 a mayo de 1823) durante el inicio, discusión y puesta en marcha de la Reforma Eclesiástica propiciada por Rivadavia. Una rápida aproximación cronológica a la misma nos permitirá comprender mejor el texto. Rivadavia asume el Ministerio de Gobierno en julio de 1821 y comienza a sentar las bases de la reforma, con la cual se pretende constituir un clero subrogado al poder del gobierno, administrado en bienes y ganancias con control estatal y con un acelerado proceso de secularización que prevé el cierre de las órdenes religiosas. Con tal motivo a partir del 13 de diciembre de 1821 se suceden una cantidad de decretos tendientes a controlar al clero en lo que hace a movimiento físico, actividades desarrolladas, posesión de bienes muebles e inmuebles e incluso expropiaciones en favor del gobierno ante “inevitable necesidad", como en el caso del Convento de los Recoletos expropiado para cementerio de la ciudad el 1 de julio de 1822.

La respuesta del clero a estas determinaciones del Estado no se hacen esperar y el punto central de la crítica se sitúa en torno a la falta de autoridad del Estado para legislar sobre cualquier aspecto de la Iglesia como institución que, según el derecho canónico vigente, responde en todos sus aspectos al obispo de Roma. Veamos esta posición:

“... no siempre han existido las religiones u órdenes monacales en los Estados, pero se que una vez admitidas se ha procedido con acuerdo de la Sede Apostólica como que estas instituciones en razón de su objeto, y de las personas son dependientes de la autoridad de la Iglesia..."

 (Petitorio del Guardián de la Recoleta dirigido a la Honorable

junta de Representantes el 4 de julio de 1822).

 

“…Que V. H. se digne prevenir al ministerio, que heche un velo sobre todo particular de reforma eclesiastica hasta que la nación organizada por un gobierno central entable sus relaciones con la Corte de Roma, y abra esta unica fuente, de donde ella debe deribar... "

 (Presentación de los Dominicos

dirigida a la H. J. R. el 8 de julio de 1822).

 

Como se podrá apreciar estas dos presentaciones se realizan una semana antes de que Fernández de Agüero dicte a sus alumnos el texto aquí presentado. El periódico El Centinela, cercano al gobierno, también hace pública su opinión:

"Cada soberano en su estado tiene un poder público independiente, y revestido de todos los medios para procurar su felicidad. A el pertenece velar sobre la conservación y perfección de su nación. La obligación que la ley natural impone a los conductores de los estados, es de muy vasta extensión... sus cuidados se dividen en sus propios asuntos y los de la religión... de aquí es que nadie sino ellos deben saber cuales son los de este último genero, los que están obligados a proteger o rechazar como nocivas a la prosperidad de sus estados".

El Centinela, 22 de setiembre de 1822.

 

El 9 de octubre de 1822 comienza a tratarse el proyecto de ley de Reforma Eclesiástica en la H. J. R.; se constituye una comisión para su análisis y la misma hace una serie de modificaciones que suavizan el proyecto de Rivadavia. Ante esta situación el Ministro de Gobierno concurre a defender su posición y en su alocución del 4 de noviembre, dice:

“... que tratar la materia por principios de justicia, discutirla por derecho, y querer hacer un pleito de la conducta de los regulares, esto era darle una naturaleza extraviada. Que el gobierno no proponía la medida como castigo sobre la conducta de aquellos, y solo la fundaba en la conveniencia publica, y en la armonía con las luces del siglo. Que estos eran los principios... Que por el modo como la Sala decidiese iba a señalarse el grado de civilización en que el país se hallaba... "

Aclarado el contexto de producción vemos que el discurso universitario de Fernández de Agüero, es un intento de fundamentar en la filosofía misma la legalidad de la reforma eclesiástica en consonancia con la reforma científica y moral que exigía la nueva era postrevolucionaria. El hombre independiente y libre del yugo colonial sería un hombre distinto, un hombre emancipado del poder de Roma; creo importante remarcar que si bien el único que lo dice es Fernández de Agüero, la ruptura de la sujeción al papado está implícita en toda la reforma. Inclusive es interesante ver la posición sustentada por algunos prelados, hoy próceres, fuera del contexto de la reforma:

 

"... Es necesario confesar que en la cabeza de la iglesia no reside tal autoridad temporal para quitar reinos especialmente a los paganos...

Oración patriótica del 25 de mayo de 1815, en la Catedral de Tucumán,

por el Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros.

 

... Nada hay más opuesto a la doctrina de Jesucristo que su prorrogación civil sobre los derechos políticos de la tierra... "

                        Oración patriótica por el triunfo en Chile, 1817,

en la Catedral de Tucumán por el Dr. Felipe de Iriarte.

 

¿Qué diferencia sustancial hay entre el rechazo a la donación de las Indias, por parte de Alejandro VI a la corona de España en el siglo XV, realizado por estos dos sacerdotes desde el púlpito y el que Fernández de Agüero lleva a sus últimas consecuencias en su curso universitario? La construcción de una patria libre y soberana que permita crecer hombres felices está en el ideario de todos los civiles, militares y religiosos identificados con la independencia; lo que muchos no pudieron percibir parecen ser algunas de las consecuencias de esta posición: si la autoridad papal sigue pensando el mundo desde las viejas ideas de la escolástica y la nueva nación quiere sentar sus bases sobre las nuevas ideas del iluminismo, la ruptura es inevitable, no queda ya demasiado espacio en 1820 para una ilustración católica como la desarrollada anteriormente.

Finalmente, si reconocemos que el principal inspirador de la ideología de Fernández de Agüero es Destutt de Tracy, resulta revelador ver la posición de este autor respecto de la reforma eclesiástica llevada a cabo en Bs. As.:

"... Ud. halla el medio de hacerse ayudar por el clero que en todas las demás partes trabaja tan fuertemente en sentido contrario, y al mismo tiempo Ud. a logrado colocarlo sumiso bajo la autoridad civil, que muy a menudo contraria y pretende dominar. Esto no es la menor prueba de que en definitiva la razón es el verdadero medio de ser realmente poderoso. Gracias, les sean rendidas, Señor, por tan buenas y bellas cosas ¿Cuando seguirán, los gobernantes de este lado del Atlántico, su sabio y bello ejemplo?

Carta escrita por Destutt de Tracy a B. Rivadavia

el 20 de setiembre de 1823(7).

 

 

7. Juan Manuel Fernández Agüero y los prolegómenos de la psiquiatría argentina

 

Que Fernández de Agüero fue el primer pensador que escribió y publicó aspectos referidos a temas psiquiátricos en el Buenos Aires postrevolucionario es algo que venimos afirmando desde hace algún tiempo; en efecto, en el XII Congreso Argentino de Psiquiatría (APSA), Tucumán, 1996, comunicamos que de nuestra investigación sobre este tema podíamos concluir que:

 

"1. El texto completo de la Ideología de Fernández de Agüero constituye la primera obra escrita en el Río de la Plata luego de la Revolución de Mayo que trata en forma explícita temas psiquiátricos referidos a anatomía patológica, fisiopatología, psicopatología, clínica psiquiátrica y tratamientos. El mismo fue escrito entre 1822 y 1823.

2. Dicho texto es también la primera publicación aparecida en ese período con el tratamiento citado. Su publicación corresponde a los años 1824 y 1826.

3. La publicación de esta obra antecede en por lo menos un año y su composición en cinco años a la tesis doctoral de Diego Alcorta considerada hasta la fecha como la obra princeps de la psiquiatría argentina, aunque la misma permaneció prácticamente desconocida en la época ya que fue publicada recién en 1902 por iniciativa de Paul Groussac.

4. No me consta, del material consultado en la presente investigación, que esta obra y su contenido hayan recibido consideración alguna en la historia de la psiquiatría argentina."

Los motivos por los cuales un filósofo en 1823 necesitó escribir sobre estos temas se desprenden de la presente introducción con la cual hemos tratado de enmarcar su pensamiento.

En definitiva trata de fundar una metafísica, una gnoseología y una filosofía política sobre la única base posible para la Ideología: 9a fisiología del espíritu", la cual no constituye otra cosa que un estudio sensoriomotriz del comportamiento no sólo del cerebro, sino del organismo humano en su conjunto. Al recorrer los fragmentos del texto aquí seleccionados el lector podrá reconocer que se trata de un estudio fisiológico en el cual se implementan dos tipos de análisis:

A. Observación y descripción del funcionamiento normal del sistema nervioso.

B. Aclaración y verificación de las hipótesis obtenidas en A. Por observación y descripción de la patología neuropsiquiátrica.        

A lo largo de su exposición va amalgamando los argumentos del tipo A. a los del tipo B. y de esta manera despliega conocimientos, opiniones y conjeturas acerca de:

• El funcionamiento del sistema nervioso.

• La anatomía patológica de imbéciles, maníacos, delirantes, hidrocéfalos y epilépticos.

• La psicopatología del pensamiento.

• La psicopatología de epilépticos y delirantes.

• Las definiciones de juicio patológico y locura.

• La clasificación de los delirios en agudos y crónicos.

• El tratamiento moral.

 

 

8. Diego Alcorta, psiquiatra universitario

 

Diego Alcorta nació en Buenos Aires en 1801, estudió en el Colegio de la Unión del Sur donde Juan Crisóstomo Lafinur fue su profesor de ideología; inició sus estudios de medicina en 1823, cuando Juan Manuel Fernández de Agüero iniciaba su enseñanza y se graduó como médico en 1827 año en el cual accede al doctorado con su tesis sobre la Manía Aguda, la cual, sin embargo, permanece casi totalmente desconocida hasta el año 1902 fecha en la cual Paul Groussac la publica en los Anales de la Biblioteca, (Tomo 11, pág. 181). Hacia fines de ese año de 1827 Fernández de Agüero abandona su cátedra y en su reemplazo es nombrado Alcorta, quien con sus 27 años es ya Doctor en Medicina y Catedrático.

Su enseñanza de la ideología fue fundamentalmente extensa en el tiempo ya que ocupó la cátedra durante catorce años consecutivos. En ese período sus cursos no tuvieron la pasión de su antecesor y se ciñó siempre al texto dictando una ideología netamente fisiologista que denotaba un mayor conocimiento de Destutt de Tracy que de los otros ideólogos franceses. y un conocimiento muy superficial acerca de toda la filosofía anterior.

De él nos dice Zamudio Silva:

" Para él, ideólogo orgánico, los problemas están resueltos por su misma escuela y no se inquieta por el origen, por las derivaciones o parentesco de lo que va dictando" (Principios de Ideología J. M. Fernández de Agüero, Introducción, Tomo 1, pág. 117 Fac. de Fil. y Letras, UBA. Bs. As. 1940).

 

En cuanto a su vida como médico, Alcorta fue practicante mayor del Hospital General de Hombres entre 1822 y 1827, luego de su graduación fue nombrado "médico de entradas" (médico interno). El hospital general de hombres, que funcionaba desde principios de siglo, tenía desde 1826 un "cuadro de dementes”  denominación que corresponde a una edificación para albergar enfermos mentales, que, según cifras arriesgadas por José Ingenieros, contaba hacia 1830 con 120 internados. En cuanto a la tesis sobre la Manía Aguda, la misma está escrita sobre la base de las enseñanzas de Pinel, al cual sólo critica su falta de profundización en la anatomía patológica. Como bien señala J. C. Stagnaro:

“La disertación de Alcorta guarda el mérito de ser la primera tesis psiquiátrica presentada en nuestra universidad" (Vertex, Revista Argentina de Psiq. Nro. 1, Pág. 60-63).

Podemos pensar que ese es su único mérito ya que la misma no fue conocida basta setenta años más tarde y desconocemos la existencia de algún tipo de enseñanza o de discípulos del Alcorta psiquiatra.

 

 

 

Notas:

1. Médico psiquiatra (UBA). jefe de Servicio Hosp. "J. T. Borda". Vicepresidente del Capítulo de Historia de la Psiquiatría de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).

2. (Existían por entonces la Escuela de dibujo del Convento de Recoletos (1815), La Academia de Matemáticas del Ejercito (1816) y la Academia de jurisprudencia «1814).

3. En lo sucesivo los nombramientos solo serían dados por oposición y no podrían ser removidos sin causa y sin proceso legal.

4. No ejerció en este cargo ya que fue nombrado Ministro de Gobierno de la Provincia de Bs. As. el 27 de julio de 1821 y por lo tanto renunció a la Universidad, ocupando su cargo el Dr. Vicente López.

5. El decreto del 6 de marzo de 1823 dice: "... se ordena a todos los catedráticos el que preparen sus trabajos a fin de que sus cursos sean oportunamente impresos... Concluida la impresión de los cursos, cada catedrático se ocupará en redactar... la historia de su respectiva facultad, desde su origen conocido hasta el presente... " B. Rivadavia.

6. Del recorrido material de estas obras nos dice Zamudio Silva: "...de los dos tomos impresos, conozco cuatro ejemplares del primero en la Biblioteca Nacional, uno en el Museo Mitre y uno en la Biblioteca 'Enrique Peña'; del segundo, dos en la Biblioteca Nacional, uno en el Museo Mitre y uno en la Biblioteca 'Enrique Peña'...; de la tercera parte conozco tres ejemplares manuscritos, el primero es el original (existente en la Biblioteca 'Enrique Peña')... de los otros dos uno parece que perteneció a un discípulo llamado Carranza. Se encuentra en la Biblioteca Nacional... el otro propiedad de la Biblioteca 'Enrique Peña'... en la tapa dice... para el estudio de Pío Tedín discípulo del autor en 7 de mayo de 1827". Nos llama poderosamente la atención la ausencia de un mayor número de ejemplares en la actualidad ya que Ricardo Piccirilli cita un documento en el cual el gobierno ordena la impresión de 2000 ejemplares de la primera parte del curso. Esta medida bien podría estar en consonancia con la reglamentación de la Universidad por la cual todos los alumnos ingresantes debían cursar los estudios preparatorios, siendo Ideología la primer materia exigida. Una idea de la matrícula inicial de la Universidad la tenemos en la obra de Salvadores quien afirma que para octubre de 1822 contaba con 328 inscriptos.

7. Correspondencia de B. Rivadavia, Museo Mitre. (Citado por Ricardo Piccirilli en Rivadavia y su tiempo, Bs. As. Peuser, 1943. Tomo 11, pág. 234).

 

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