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La pareja conyugal
Vínculo, roles y niveles de
comunicación*
Isidoro Berenstein(1)
Dentro de los grupos familiares, tema central de mi interés en este momento, hay uno con muchas características comunes a aquellos, pero con ciertas particularidades: la pareja conyugal. Las observaciones de ésta pueden hacerse extensivas en gran medida al núcleo familiar del que, por otra parte, es origen; la familia empezó como pareja.
Este tema surgió en un grupo operativo coordinado por el doctor Enrique Pichon Rivière, y se desarrolló a través de la comunicación con integrantes del mismo: doctores Eduardo R. Colombo, Fidel R. Moccio, David Rosenfeld, Guillermo Vidal y Nasim Yampey.
Lo que expondré a continuación son las observaciones surgidas en el enfrentamiento psicoterapéutico de la pareja conyugal. En la primera parte del trabajo hablaré sobre vínculo, roles y niveles de comunicación. En la segunda mostraré tres ejemplos de parejas para ejemplificar lo antedicho.
Vínculo, roles y niveles de comunicación. El hombre no ha nacido para estar solo. Al nacer, su falta de medios, su inmadurez es tal que no subsistiría a no ser por el cuidado que le provee el núcleo familiar, que comprende al padre y a la madre como objetos, sus vínculos, roles y su nivel de comunicación. Todo esto a manera de trama de donde surge y se diferencia el yo, de la unidad padre-madre-hermanos, pasando por distintos niveles de integración niño-familia, hasta adquirir su identidad, que está mechada con esos vínculos, roles y nivel de comunicación que tomó y usó para desarrollarse.
El haber hecho hincapié en las vicisitudes de la relación madre-hijo, aunque correcto me parece incompleto por la falta de los otros integrantes del núcleo familiar. Pienso que esta actitud se debe a la dificultad inconsciente del observador de enfrentarse con el objeto total, apelando al mismo mecanismo de defensa que usa el niño, la disociación, para separar la madre del padre o del padre y hermanos. De ahí que los estudios sobre relaciones familiares hayan tomado a la madre aisladamente o la relación madre – hijo, etc.
Cada individuo trata de recrear con la pareja una relación pautada sobre las primeras relaciones objetales, tratando de elaborar las dificultades que se presentaron en aquellas. El mecanismo usado fundamentalmente es el de proyección – introyección. A medida que el niño va incorporando el objeto padre – madre, también se incorpora el vínculo que los liga y del que es depositario, para luego proyectarlo y en este manejo de ida y vuelta se va ligando sucesivamente con los distintos objetos. Esto le permite sentir como es manejado y aprende a manejar el objeto y al mundo. Así pueden verse individuos que manejan distintamente al mundo de los objetos, ya sea como gratificantes o peligrosos, entonces se puede confiar o si no defenderse y atacar. El vínculo irá pasando progresivamente de la dependencia absoluta (tipo cordón umbilical) a la independencia o como dice Fairbain de la dependencia inmadura a la dependencia madura. Es así como puede hablarse de una patología del vínculo, que puede estar dada por su anormal persistencia o por la vuelta a él en oportunidad de conflictos. Vínculo es la forma particular en que el yo se relaciona con el objeto. Para ello se requiere de ambos lados una actuación determinada. A eso llamamos rol: actitud y actuación esperada por el otro.
Cada uno asume un rol determinado por las expectativas sociales como por la estructura personal (relaciones de objetos, mecanismos de defensa, etc.). Un rol asumido puede estar en contradicción con el rol deseado, y esto desencadena un conflicto, que también surge cuando no desempeña el rol asignado. En el caso de la pareja, cuando esto ocurre, surge ansiedad, que puede ser asimilada por el interjuego de roles; pero si aumenta más, enferma uno de los miembros. Tan es así que es la pareja la enferma, que los síntomas pueden darse alternativamente en ambos miembros, incluso puede imaginarse la enfermedad de un miembro del par como manejo económico de la ansiedad, donde uno enferma para salvar la pareja, es decir asume el rol de enfermo.
Los roles se dan por pares (materno-filial, enfermo-sano) y son constantemente móviles y dinámicos. De los roles pueden darse las siguientes características: 1) Complementariedad: cada integrante de la pareja se hace cargo del rol que el partenaire le asigna. Este proceso de asunción y adjudicación de roles (Pichon Rivière) debe ser concebido como un proceso dinámico y en constante movimiento. 2) Intercambiabilidad: cada individuo puede asumir varios roles distintos en forma sucesiva o simultánea. 3) Movilidad: es la característica de poder entrar y salir del rol según las situaciones que le toque vivir. Los roles son móviles en tiempo y espacio. Estas tres podríamos llamarlas características normales del rol. Cuando no ocurren nos enfrentamos con la estereotipia, donde los roles al no ser móviles ni intercambiables impiden el juego de complementariedad, es decir uno asume el rol y queda con el mismo a pesar de las cambiantes circunstancias vitales, no pudiendo interactuar con el rol del partenaire. El miedo y la ansiedad que surge en una pareja puede ser asimilado cuando los roles son móviles, intercambiables y complementarios. Es así como pueden hallarse parejas enfermas, pero que dada la complementariedad alcanzan un equilibrio en otro nivel mas regresivo. Cuando la ansiedad pasa un módulo determinado se establece una complementariedad patológica, los vínculos se resienten y uno de los miembros comenzará a tener síntomas; aquí puede establecerse un nuevo equilibrio donde uno asume el rol de enfermo frente al otro, sano, por la mayor permeabilidad de aquel a la ansiedad. Esto puede satisfacer la necesidad de ambos integrantes: por ej. Del que enferma, satisfacer un inconsciente sentimiento de culpa , y del sano, cubrir su propia enfermedad (pareja B.). O sea la asunción y adjudicación de roles dependerá de las relaciones de objeto que el yo ha establecido con las primeras figuras y que proyectará en la que actúe como pareja, estableciendo un vínculo y comunicación particular.
Tomemos como ejemplo a una pareja de padres con marcadas tendencias sádico-orales, tendrán un vínculo de dependencia y relación con el otro vivido como objeto muy valioso y el temor a la pérdida como cosa peligrosísima, con roles del tipo madre-hijo. Este modelo introyectado puede crear en el individuo hijo un tipo particular de vínculo basado en la inseguridad con una actitud depresiva y una constante necesidad y búsqueda de suministros, quien impida lograrlos será malo, quien le dé, bueno. El manejo de la realidad será esquizoide. Este grupo manejará la comunicación de una manera particular que hemos llamado nivel oral.
A raíz de ciertas observaciones de parejas y grupos familiares nos pareció que el nivel de comunicación es una variable mas o menos fija para cada grupo familiar. Llamamos nivel de comunicación a la forma de expresión y manejo de la realidad y que en la sesión puede ser objetivada por a) el tema de comunicación y b) la manera de suministrar la información. Provisoriamente hemos clasificado los niveles de comunicación en oral, anal y genital. Es necesario que esta variable sea destacada para poder comunicarnos adecuadamente con la familia y también con el paciente, así a veces es necesario hablar en términos de “comida” e de “control”, etc. Hemos asimilado los niveles de comunicación a los libidinosos porque en éstos hay un lenguaje particular y un manejo que es adecuado en un momento determinado. Pienso que la fijación en un nivel libidinoso, y por lo tanto en un nivel de comunicación, puede deberse a la administración y fijación de las ansiedades familiares en el individuo hijo en un momento dado de su evolución.
Por ej.: en el caso anterior, el niño irá pasando evolutivamente por las distintas etapas, pero si la pareja de padres se maneja en una relación sádico – oral hará hincapié en las cosas orales, con lo que se crea una zona de fijación, con vínculos y roles adecuados. La comunicación se centrará en las vicisitudes del comer, tomar, etc. y el tipo de comunicación será pedir, rogar, exigir, o hablar pero usando las palabras no solo para decir algo sino como objetos propiamente dichos.
El nivel de comunicación se maneja con un vínculo determinado y un interjuego de roles adecuadas a él. En una próxima comunicación me ocuparé de la clasificación de estas variables, lo que nos permitiría desarrollar una tipología familiar.
Quisiera ejemplificar lo dicho hasta ahora mostrando tres parejas, pero antes explicaré nuestra forma de trabajar: Las parejas fueron tratadas como tales, como unidad psicológica. Con ellas se consideraron los horarios. Las sesiones se hicieron con una frecuencia de 2 a 3 veces por semana, con una duración de 90 minutos. Tratando a la pareja en conjunto se asiste a la creación de una situación triangular (pareja – terapeuta) lo que nos permite ver el tipo de comunicación, el vínculo y el ajuste de roles. La creación terapéutica de este triángulo nos muestra el fenómeno descrito por Pichon Rivière: el malentendido, que se crea cuando la comunicación es de dos quedando el tercero excluido, y esto trata de recrearse a cada momento. Parecería que ese tipo de comunicación reproduce la de madre – hijo, con un vínculo simbiótico, relación supuestamente ideal, donde todas las necesidades son satisfechas omnipotentemente. El tercero, vivido como intruso que quiere inmiscuirse en esta relación simbiótica, se convierte en peligroso y una forma de anularlo es el malentendido, pero esto no es suficiente, por lo que el malentendido tiene que ser mantenido. Esto lo hemos visto en todas las parejas y grupos familiares tratados.
(“Material Clínico” no fue transcripto. Pág 107 a 110)
Conclusiones
1. El individuo psicológicamente enfermo forma parte de una unidad psicológicamente enferma: el grupo familiar y en nuestros casos, la pareja.
2. Cada grupo se mueve en un nivel determinado , que no es rígido sino dinámico. La comunicación se hace de acuerdo al mismo y para ello es necesario el establecimiento de vínculos y roles acordes a ese nivel.
3. La comunicación puede manejarse en un nivel predominantemente oral, anal o genital.
4. En determinadas condiciones, ya sea por cambios sociales o por situaciones personales, la pareja puede pasar de un nivel a otro (regresión o progresión).
5. Si esto no ocurre, o sea, si se instala la estereotipia, sobreviene un desajuste de roles con una distorsión del vínculo y una alteración de la comunicación.
6. Esto trae un nuevo equilibrio, ahora patológico, con la aparición de un nuevo rol: el del enfermo, con sus vínculos y comunicaciones distorsionados, pero con la participación del otro miembro que forma la pareja u
* Acta
Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, Vol.8, Nº2, 1962. (Fragmento).
1. Instituto de
Psicología Médica y Social, Santa Fe 3651, Buenos Aires.