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Segunda parte

 

Selección de textos

 

A modo de ilustración del pensamiento de los especialistas argentinos sobre

las toxicomanías, en las primeras décadas del siglo XX, se reproducen, a continuación, artículos publicados en los Archivos de Psiquiatría,

Criminología y Ciencias Afines y en su continuación, la

Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal que constituyeron el medio científico que más se ocupó del tema en dicho período.

 

 

La morfinomanía ante la ley penal

Informe pericial (1)

 

Helvio Fernández

A. Jones

J. Brandam

D. Pacheco

 

 

Señor Juez

 

Los médicos que suscriben, encargados por V. S. de “proceder al examen psiquiátrico del procesado N. N.”, que se halla detenido en el Hospicio de las Mercedes, e informar a ese juzgado “si presenta anomalías que puedan modificar o atenuar su responsabilidad con relación a las prescripciones de la ley penal, así como si padece de otros fenómenos de orden psíquico en forma total o parcial que puedan haber influido en su ánimo para ejecutar hechos anormales o alterar su conducta regular y habitual“, tienen el honor de elevar a la consideración de V. S. el siguiente informe, en el que, previa enunciación de las razones conducentes, consignan sus conclusiones al respeto.

Siguiendo las normas generales, de invariable aplicación en toda pericia médico-legal, hemos procedido al estudio analítico del sujeto en sus antecedentes hereditarios, familiares y personales, no desdeñando ninguno de aquellos elementos que hayan podido atenuar las dificultades inherentes a pericias de esta naturaleza, cuyos principales fundamentos deben basarse en las circunstancias que precedieron y acompañaron el hecho imputado, más bien que en las consideraciones referentes a su estado actual, aun cuando de éstas y de la considerable copia de testimonios fidedignos, de todo género, que abundan en autos, ha sido posible basamentar certeramente, con serenidad de juicio y científico criterio, las conclusiones a que más abajo se arriba.

 

El doctor N. N. nació en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires, el 28 de febrero de 1875, contando, por consiguiente, en la actualidad, 43 años de edad. De estado viudo, profesión médico y grado de instrucción, superior; procede de una familia de buen abolengo social, cuya situación pecuniaria fué más que desahogada.

Antecedentes hereditarios.– Aunque penosa la obligación de explorar minuciosamente las taras patológicas que proyectan su sombra sobre la familia del sujeto, ella nos es impuesta por la necesidad de llegar a constituir una prueba suficiente de la existencia o ausencia de dichas taras, que a todo perito le es dado sospechar desde el primer momento, cuando se encuentra ante casos de la naturaleza del presente. Y esta investigación ha sido rica en datos de importante valor etiológico, de carácter neuropático, sin necesidad de salir de un circuito reducido de la familia del sujeto.

Los datos recogidos respecto a la rama paterna, son, indudablemente, pobres. Sólo se sabe que los abuelos fallecieron jóvenes y que el padre murió de una afección, hepática.

En cambio, la rama, materna nos muestra: el abuelo fallecido de hemorragia cerebral; la abuela de diabetes (neuroartritismo). Los hijos de esos cónyuges son: la madre del sujeto, que tuvo, a cortos intervalos, cuatro ictus apopléticos, con parálisis consecutivas (focos de reblandecimiento cerebral), falleciendo de una infección neumónica intercurrente. Una hermana –tía del sujeto– es actualmente alienada, encontrándose recluída; fué, antes de enloquecerse definitivamente, rara de carácter, acentuadamente histérica y alcoholista crónica. Un hermano –tío del sujeto–, neurópata, de carácter fantástico y atrabiliario. Otra hermana falleció de una hemorragia cerebral. Todos los miembros de esta familia (tronco maternal del sujeto) se han caracterizado por acentuado nerviosismo y estigmatología marcada de degeneración psíquica, que se han traducido por anomalías de conducta de diverso geénero, entre las que merece especial mención una manifiesta prodigalidad, sin que ellas, por lo demás, hayan sido óbice para la eclosión de intelectualidades superiores y brillantes.

El sujeto es el tercero de una serie de cinco hermanos. El mayor fué un sujeto ejemplar hasta la edad de 35 años en que enviudó. Desde los 40 años lleva una vida desarreglada, entregándose, dipsománicamente, a un alcoholismo inveterado, que lo conduce a la muerte, por tuberculosis pulmonar, a los 45 años, después de quedar en la mayor miseria y de haber llevado a la completa  ruina al resto de la familia, cuyos bienes administraba y los que derrochó tal vez,  en plena inconsciencia. El 4.° hermano muere de enfermedad de Adisson, por probable tuberculosis de las glándulas suprarrenales. El 5.° muere en la primera infancia por meningitis metaneumónica. Una hermana, la segunda de la serie, es sana y la única aparentemente normal; inteligente, vivaz y discreta; viuda, tiene varios hijos todos vivos y sanos.

En resumen: Degeneración hereditaria manifiesta. Neuroartritismo. Neuropatías diversas. Alcoholismo. Alienación mental. Tuberculosis.

Antecedentes individuales.– No existen datos de interés relativos a la evolución fetal del procesado o a las primeras manifestaciones de su vida. Tuvo neumonía a los 5 años de edad, sarampión a los 7 y escarlatina a los 11. A la edad de 20 años padeció un ataque de tuberculosis pulmonar –vértice izquierdo–, con hemoptisis y comprobación bacteriológica, del que curó completamente. Ha sufrido blenorragias y varios ataques de influenza. En ocasiones, ha usado y abusado un tanto de bebidas alcohólicas fermentadas, pero desde hace cuatro años es abstemio.

Desde niño, su desarrollo mental fué excelente constando por diversos orígenes, que fué muy inteligente y aplicado, caracterizándose por su espíritu claro, brillante y perspicaz. Su carácter demostró, desde temprano, un temperamento nervioso bien definido; irascible al extremo, impulsivo hasta la violencia y la agresividad; pundonoroso exagerado, vehemente y orgulloso; excelente idea de su propia personalidad; expansivo, optimista alegre, afectuoso, pródigo y sensual. La pubertad pasó por él sin mayores trastornos; a pesar de que su sexualidad lo solicitó con imperio, no se masturbó sino discretamente,  conteniéndose en escasos límites, porque sus medios le permitieron bien pronto integrales satisfacciones. Sus sentimientos fueron, generalmente, buenos, habiendo sido siempre sociable y rodeado de numerosas y excelentes amistades. Estudió medicina con brillo y talento, ejerciendo su profesión con fortuna y acierto. Recibido en al año 1899, ingresó, como jefe de clínica del Dr. Escalier, en el Hospital Rivadavia, al que acompañó hasta 1909. En este último año conoció a la que debía ser su esposa, contrayendo enlace el 15 de julio de 1910. Embarcóse para Europa el 28 del mismo mes, regresando al país en enero del año siguiente, reanudando sus tareas profesionales. En ese año 1911, tuvo a su madre gravemente enferma con un ictus cerebral, que le preocupó sobremanera, emoción deprimente a la que se agregó, más tarde, perturbaciones de orden financiero (en 1912) que se hacen más serias y hondas en 1913, para terminar en una verdadera bancarrota en 1914. Tal descalabro financiero, sobre ser enorme, fué insólito y debido, sobre todo a las malversaciones y derroches de su hermano E...., cuya conducta, entonces develada, fué motivo de estupor para los suyos. Asediado por la mala situación pecuniaria, debiendo hacer frente a deudas apremiantes, nuestro sujeto decide instalarse en Weelwrigth, para ejercer su profesión y tratar de lograr satisfacer sus compromisos. A esa población llega, en el mes de mayo de 1916, y allí permanece hasta abril del corriente año en que se traslada a la capital federal acompañando a su esposa moribunda, para luego, después de fallecida ésta, internarse en el Hospicio de las Mercedes, donde actualmente se encuentra.

Declara el sujeto que, hace seis años (en 1912) y a raíz de un accidente automovilístico, sufrió una fractura intraarticular de la rodilla, izquierda que lo retuvo en cama durante mes y medio y durante 3 ó 4 meses inepto para moverse con facilidad. Persiste aún, como indicio de esa fractura, un callo exuberante de la cabeza del peroné izquierdo, con desviación interna del fémur. Los agudos dolores inherentes a toda fractura, obligóle a efectuarse inyecciones hipodérmicas de morfina, las que se suministraba “con intervalos que, a veces, eran de una semana y sólo cuando la artralgia, consecuencia de su traumatismo, lo obligaba a ello”. Las dosis, que al principio eran de un centígramo, ascendieron rápidamente a tres, por resultar insuficientes las primeras, sin sobrepasar esa dosis. Prosiguió con las inyecciones, a mayores o menores intervalos, y siempre “provocadas por el dolor o el insomnio que ya sufría”, hasta fines, de 1913, época en que, al interiorizarse de los pormenores de la mala situación de la hacienda familiar, cayó en un estado de depresión y emotividad acentuadas, que lo llevó a buscar un alivio en la morfina, cuyas dosis y frecuencia en el uso aumentó rápidamente, al punto de hacerse varias inyecciones diariamente, alcanzando, como máximo, a cincuenta centígramos por día. En tal estado transcurre el año 1914, en el curso del cual –siempre ateniéndonos a las referencias suministradas por el sujeto–, logró suspender totalmente el tóxico durante tres meses. Recae nuevamente en su vicio –buscando en su satisfacción un lenitivo a los choques de orden moral que suscitara su mala situación económica– sin sobrepasar en las dosis, de un promedio diario de veinticinco a treinta centígramos, y ello durante todo el año 1915. Con raros intervalos de disminución y supresión que él mismo se imponía –generalmente con éxito, según el sujeto– prosigue su crónica intoxicación con dosis que oscilan de diez a cincuenta centígramos diarios, durante los años 1916, 1917 y comienzos del que corre, hasta el mes de abril ppdo., que se interna en el Hospicio de las Mercedes, a los fines de someterse a un severo tratamiento de su morfinomanía. Agrega, que, desde seis meses antes de su ingreso en el Hospicio usó la cocaína (clorhidrato de cocaína). Dosis variables (de treinta a cincuenta centígramos era su tóxico diario, y en ocasiones la estovaína, (clorhidrato de dimetilamina-benzoilpentanol, anestésico no alcalóidico) , pero sólo a los efectos de embeber pequeños fomentos que aplicaba en el lugar donde se daba las inyecciones para atenuar el dolor de éstas, explicación muy sujeta a caución, daba la clásica mitomanía, tan frecuente en todos los degenerados toxicómanos; lo más probable ha sido que la haya ingerido usada como rapé o se la haya inyectado conjuntamente con la morfina.

Tenemos, pues, como resumen de sus antecedentes individuales:

Intoxicación crónica por la morfina (clorhidrato) que data de 1912, casi continua y con varios períodos de suspensión completa (?), a lo que agrega: intoxicación por la cocaína, y quizá por la estovaína, durante corto tiempo; abusos alcohólicos continuados, sin ser intensos, durante, varios años. Lo que demuestra la existencia indudable de una sensación psicaténica, obsesiva, frecuente en los degenerados constitucionales que se denomina “apetencia tóxica”.

 

 

ANAMNESIS ESPECÍFICA DE LA PSICOPATÍA

 

En el hospicio de Las Mercedes donde ingresa el día 20 de abril del corriente año, en el servicio de clinoterapia a cargo de uno de los que este informe subscribe (el Dr. A. Jones) el doctor N. N. es sometido a un tratamiento apropiado de desintoxicación morfínica. De la historia clínica, levantada en el servicio del doctor Jones, extractamos los datos siguientes, que constan en el folio 114 del libro II de historias clínicas de dicha sala.

“Ingresa deprimido, confuso, con escasa conciencia del medio ambiente, bastante desorientado y dismnésico.

Apatía y notable indiferencia para todo lo que le concierne.

Hay insomnio que se va haciendo cada vez más completo, que se acompaña con ilusiones sensoriales visuales y auditivas, que se manifiestan por soliloquios continuos, sobre todo durante la noche como si el enfermo sostuviera conversaciones con interlocutores imaginarios a los que parece dirigirse, ansiedad y angustia crecientes: excitaciones, intranquilidad e inquietud: quéjase de sensaciones, bigarras de frío y de calor (perturbaciones cenestésicas) y demanda insistentemente y con tono plañidero, le proporcionen morfina. Este estado psíquico se acompaña con náuseas, vómitos, anorexia, pirosis y estado saburral del aparato digestivo y diarrea: hay astenia física marcada, temblores, pandiculaciones constantes, repetidos estornudos y bostezo. Con algunas alternativas este estado persiste, pero declinando paulatinamente hacia la mejoría, hasta el 29 de abril en que comienza a normalizar sus funciones: se despeja mentalmente, concilia el sueño, recobra el apetito y mejora su malestar dispéptico. Su estado psíquico mejora notablemente, desaparecen sus perturbaciones de la percepción sensorial y de la cenestesia, y se orienta perfectamente.”

El día  3 de mayo ppdo., ya muy mejorado, es trasladado, en calidad de detenido, por orden judicial, al Pabellón “Lucio Meléndez”, servicio clínico de uno de los que informan (Dr. Helvio Fernández) donde se prosigue la observación a que repetidamente lo hemos sometido.

 

 

ESTADO ACTUAL

 

Examen físico.– N. N. presenta una talla de 1.69 mns. lo que corresponde a la “mesosomia“ de la tabla de Zoja. Regular estado de nutrición, 52 kgs. de peso. Circunferencia craneana 550 mm. Diámetro antero-posterior máximo 180 mm. Idem transverso máximo 140 mm. Indice cefálico 77.08. Mediano-mesaticéfalo. Se observan escasos estigmas físicos de carácter degenerativo, que, por lo demás, no resaltan apreciablemente, en la euritmia general de su cuerpo. Pabellones auriculares mal formados, de lóbulo adherente y regularmente implantados. Paladar regularmente abovedado. Sistema dentario normal, faltando varios dientes de la arcada superior. Organos genitales normales. Distribución normal del sistema piloso. La piel pálida y flácida y el tejido celular subcutáneo, con escaso panículo adiposo, se encuentran llenos de vestigios de las anteriores inyecciones, que han dejado induraciones, cicatrices y aun nódulos y abscesos; de estos últimos se le han abierto, en la clínica, el número de ocho que, hasta no hace mucho, supuraban aún. El sitio de tales vestigios está en el brazo izquierdo, ambos muslos y flancos; regiones glúteas y retro-trocantéreas. El número de ellos, representante de otras tantas inyecciones, más o menos recientes, es alrededor de una veintena.

Sensibilidad general conservada a todos los modos con leve retardo en la percepción. Especial conservada y regularmente educada. Motilidad: hipoquinesia generalizada: apatía y astenia física; marcha normal; temblor perceptible a pequeñas obscilaciones verticales, al nivel de los dedos y a pequeñas sacudidas al nivel de la lengua: coordinación muscular intacta; actitud deprimida y aspecto fatigado.

Pupilas iguales, reacionando normalmente a la luz y a la acomodación. Reflejos cutáneos, abdominales y cremasterianos apreciablemente marcados; faríngeo normal; aquíleos y patelares acentuados.

Funciones digestivas, respiratorias y circulatorias se verifican con aparente normalidad. Pulsaciones 86 por minuto. Respiraciones 22.

Resumen: fenómeno psico-físico de intoxicación aguda (morfinismo agudo) por supresión brusca del tóxico habitual (tratamiento instituído). Trazas visibles y tangibles de la consecuencia de inyecciones hipodérmicas extramusculares: Demacración. Astenia muscular. Depresión física. Hiper-reflexia. Temblores.

Examen psíquico.– En el lenguaje articulado no se observan alteraciones de la pronunciación ni de la expresión. Responde rápidamente y con corrección siendo su lenguaje mímico poco variado, pero preciso y concorde siempre con la expresión oral. Lenguaje gráfico bueno y en relación a su grado de cultura, en cuanto a las formas de ejecución, pero no tanto respecto al concepto, que trasluce, en discreto análisis, el singular desmedro de una actividad cerebral que otrora fué hasta brillante.

La atención es clara pero no persistente: puede concentrarla sobre tópicos determinados, pero luego decae, fácilmente fatigable, recayendo el sujeto en distracciones y meditabundeces frecuentes. Solicitada con empeño la atención voluntaria, se mantiene satisfactoriamente.

La memoria, en sus diversas modalidades y manifestaciones, hállase, en general, disminuida. Nótase en el poder mnemónico de evocación sobre los diversos grupos de recuerdos –sobre todo relativamente recientes– diferencias, vacilaciones y vaguedades más o menos imprecisas: particularmente en la rememoración de actos y circunstancias pretéritas atingentes al género de vida que llevaba en Weelwright, imprecisión que se acentúa al punto de constituir verdaderas lagunas mnemónicas para ciertas evocaciones que niega de buena fe porque no las recuerda, pero de las cuales existen constancias en el sumario; a veces los recuerdos guardados son confusos, brumosos, poco fijos, suele admitirlos y convencerse de su realidad, pero no se ve que trasluzcan estados claros de conciencia. La memoria de conservación adolece de firmeza. Hay, pues, amnesias, dismnesias y paramnesias. Los procesos de asociación de ideas se operan dentro de las formas comunes. La percepción es clara y rápida. La imaginación moderada. A su ingreso en el hospicio su escaso sueño estaba poblado de ensueños y pesadillas, los que al presente son, en general, raros.

No existen perturbaciones de la percepción sensorial (ilusiones o alucinaciones) ni de la ideación (concepciones delirantes). Sin embargo, su actividad psíquica, se encuentra aminorada, por un proceso de decadencia accidental y adquirida, aun cuando ella no se exterioriza de un modo evidente para el profano, ni para quien no tenga los antecedentes de la superior cultura pretérita a la intoxicación que tenía el sujeto. Sus aptitudes para concebir, juzgar y razonar son, en apariencia, normales, en el sentido de que lo capacitan para expedirse correctamente en sus relaciones corrientes; pero ahondando en el análisis de sus procesos psíquicos superiores, se notan deficiencias de criterio, menguada la capacidad espontánea de juzgar, al discurrir, sobre todo, sobre la situación anómala porque atraviesa y a la que no parece asignar la verdadera importancia que en realidad tiene, ni despertándole mayor emotividad, o por lo menos, la que debiera esperarse, como reacción de parte de una personalidad enteramente normal. Hay, pues, depresión cerebral, leve pereza mental, escasa espontaneidad y emotividad  disminuída.

Su sentimentalidad afectiva se halla notablemente desmedrada en forma de aminoración concéntrica del campo de su afectividad, poniendose de relieve un marcado egoísmo. Llama la atención su indiferentismo sentimental actual, que choca con sus antecedentes, bien comprobados, de tierno y amante esposo, cariñoso hermano y excelente hijo.

Ha habido notable decadencia del sentido moral –persiste aún cierta depresión del valor ético de las ideas– lo que aportó, consecuentemente, una menor influencia de las nociones y sentimientos éticos susceptibles de influenciar las acciones del sujeto, lo que, conjuntamente con la intensa abulia, inherente a todo toxicómano, llevóle a exteriorizar, en su carácter y conducta, todo el morboso psiquismo del intoxicado crónico. En efecto, su voluntad –disminuida,– llegando en la abulia, hasta el abandono completo de su persona, durante el período de intoxicación continua, hállase aún singularmenete desmedrada; esta anenergia, consecuencia de la astenia tóxica de sus centros nerviosos, explica lo penoso que le es, al presente, todo trabajo físico y mental.

Haremos notar, de paso, la fácil mendicidad del sujeto en todo lo que se refiere a su intoxicación, clásica mitomanía de todos los toxicómanos, que ha sido serio inconveniente para la determinación exacta de las verdaderas dosis de morfina inyectadas, así como el número de las que diariamente efectuábase que, sólo por él sabidas, las niega o no las recuerda.

Como resumen de su estado psíquico tenemos:

Síntesis mental, en general, empobrecida por un proceso de decadencia accidental de origen tóxico. Sentimentalidad afectiva disminuida. Depresión del valor ético de las ideas. Mendacidad fácil. Abulia. Estado psicasténico.

 

 

INTERPRETACIÓN MÉDICO-LEGAL

 

Llegamos, finalmente, a la parte más importante de la misión confiada: la apreciación médico-legal de los elementos de juicio recogidos en el estudio del sumario, en la persona del detenido y en el ambiente en que ha vivido y ha actuado.

Recorriendo la historia del sujeto, vémosle rodeado, desde la cuna, de todos los halagos del bienestar financiero y social; brillante estudiante, médico distinguido; dotado en apariencia de todos los atributos susceptibles a armarlo poderosamente para la lucha por la existencia. Y luego, no sin un penoso sentimiento conmiserativo, vemos a esa personalidad inteligente desmedrarse rápida y seguramente por la intervención de un tóxico cuyo abuso le llevará, de derrumbe en derrumbe, al despojo progresivo de lo más elevado y noble de sus sentimientos intrínsecos; así vemos afectarse, primeramente, el sentido moral, tanto más vulnerable cuanto que ha aparecido más tardíamente en la evolución funcional de cerebro, y luego, en mayor o menor intensidad, en el conjunto de los procesos psíquicos superiores, cuyo conjunto, más o menos armónico, constituye la personalidad. Y en esta carrera al abismo, donde el pensamiento se turba, la moralidad naufraga, la afectividad se embota y la voluntad queda vencida, la personalidad psíquica se desorienta, descompuesta en funciones inaptas para operar aisladamente, emancipándose así de toda norma de lógica y conducta. Y aherrojado por su vicio, en plena impotencia para, por sí solo, desasirse de sus tentáculos, hubiérase hundido en el caos de un delirio o en la noche de una demencia, sin la intervención coercitiva de una acción extraña que, arrancándolo con energía, de su intoxicación suicida, preparase el terreno, para una posible reintegración. Las causales de este estado, la etiología,  en suma, de esta desintegración extraña de una personalidad que pudo ser de realce, es problema que adquiere caracteres de meridiana claridad cuando se considera la funesta sombra que la degeneración hereditaria proyecta sobre el sujeto; a ella se agrega, infelizmente, el desgraciado consorcio de una intoxicación crónica de efectos pavorosos bien sabidos. N. N. muestra en el cuadro de sus antecedentes familiares, referentes a la rama maternal –tal vez la de mayor importancia,– cuán recargada se encuentra su herencia neuropática. En él vemos que el cerebro se presenta como constante locus minoris resistentivae. Hemorragias y reblandecimientos cerebrales, alienación mental, tendencias dipsómanas, alcoholismo crónico, histerismo; caracteres fantásticos, raros, pródigos e instables. Tal es el acervo hereditario patológico. El artritrismo (diabetes y reumatismo) se auna, como es de banal observación, a este acentuado nervosismo, y la tuberculosis –que llega a tocar al sujeto mismo,– agrega su triste pincelada al cuadro sombrío. No es solamente el sujeto el único tarado por herencia, sino que, en su familia recae sobre otros, también, parte del impuesto hereditario, como si la naturaleza hubiera querido poner fuera de discusión su carácter neuropático y degenerativo mediante el testimonio fehaciente de la salud de los propios hermanos. Hereditariamente tarado, es, nuestro sujeto, con toda evidencia, un degenerado. Esta palabra evoca súbitamente la idea de deficiente y, en realidad, degenerados son los imbéciles y los idiotas. No es este nuestro caso. Al lado del grupo de los retardados existe otro, más numeroso aun, de degenerados inteligentes, para los que Magnan creó la palabra de degenerados superiores, en los cuales, conjuntamente con facultades brillantes, que pueden llegar hasta la genialidad, existen lagunas, más o menos vastas en las demás esferas psíquicas, las que se manifiestan con extravagancias en la manera de pensar y sentir, debilidad de la voluntad, volubilidad de carácter, y en general, incapacidad de saberse conducir y adaptarse a las condiciones normales para la lucha por la existencia. En nuestro sujeto las manifestaciones degenerativas que revelan más en su constitución psíquica que en la física, exteriorizándose por anomalías del carácter –como consta en sus antecedentes – cuyos desequilibrios y desarmonías, fueron durante mucho tiempo felizmente encarriladas por la decisiva influencia del medio familiar y educativo. Pero luego la intervención de una circunstancia ocasional actuando sobre el fértil terreno degenerativo de este neurópata constitucional, rompe el equilibrio que mantuvo esa personalidad incólume casi hasta al presente. Esta eventualidad fatal es la morfina. Impuesta, primeramente, a los efectos de atenuar un dolor físico (fractura), continuada luego a guisa de lenitivo a la acción de choques morales deprimentes (desastres financieros), singularmente apetecida por esa tendencia toxicómana, tan frecuente en los degenerados, no tardó en hacer visibles estragos, arraigándose cada vez más, y tanto más cuando que no existió contralor coercitivo por parte de una voluntad extraña que pudiera ser eficiente. La familia parece haber ignorado el oculto vicio; la cónyuge, era la menos indicada para ejercer ese contralor, pues, de constitución pobre, acentuadamente degenerativa, de voluntad harto débil, también era presa del sutil veneno: así fué, que ambos, en ese frecuente proselitismo de los toxicómanos, enviciáronse mútuamente, calmando juntos ansiedades comunes. Entonces todo se prevé y revoca fácilmente; esto es, la crónica semi-embriaguez, y a menudo la embriaguez completa, que aparece agradable por los secretos deleites de una calma que, sólo el tóxico proporciona,  y no porque engendre los titulados “paraísos artificiales”, que sólo han existido en las mentes de los literatos; semi-embriagueces, con características perturbaciones mentales, que se desarrollan bajo una forma intermedia de actividad onírica y de vigilia consciente, desde el período inicial de la intoxicación hasta el sueño letárgico en que fatalmente culmina; luego el progresivo embrutecimiento, al que al fin arriban esas embriagueces a fuerza de repetirlas y gozarlas, y que los morfinómanos apetecen ansiosamente, buscándolas, ya con su voluntad mortalmente herida para poder reaccionar con fruto, pero que se manifiesta imperiosa e impulsiva en la búsqueda desesperada del tóxico que ha de arrancarlo momentáneamente a las incomodidades de la vida de relación; así tan sólo embota y amortigua sus sensaciones dolorosas, físicas y morales; así anubla su memoria para el recuerdo de sus males sin remedio, así, también, va hacia el seguro desmedro de su inteligencia. Y el hábito, haciendo cada vez más continuo y persistente el deseo del tóxico, exigiendo para su satisfacción dosis cada vez mayores, llegando en su intensidad hasta hacerse irresistible con los caracteres de una verdadera necesidad, desintegra, finalmente, la personalidad del sujeto, privándola de sus mejores atributos. Ya perdido todo pudor, toda noción de dignidad profesional y personal, perdido del todo el propio contralor, va exteriorizando, cada vez más, el triste vicio, en una deplorable odisea de abandono y miseria, cuyas etapas muestra la nutrida constancia de autos. A la pérdida del sentido moral, de la propia conveniencia, sigue la profunda abulia, del intoxicado, cuya acentuación progresiva lo llevará a abandonar sus tareas profesionales y luego al increíble descuido y desaseo de su persona y del medio que habita; finalmente, el descenso y estado confusional de su mentalidad que le impedirá valorar su situación, medir el alcance de sus actos y tener conciencia clara de lo que a su alrededor ocurre. Tan sólo su fuerte constitución física salvóle la vida en tal emergencia, permitiendo aún la acción de un tratamiento enérgico, que procurará restituirle su mentalidad, que ya no recobrará jamás su pristina limpidez e integridad.

En efecto, N. N. presenta aún numerosas y visibles reliquias de su reciente pasado tóxico: astenia muscular, depresión física, hiper-reflexia y temblores, en la esfera física; depresión cerebral, impresa en la incapacidad para la atención sostenida, y falta de vigor mnemónico, disminución de la espontaneidad y agilidad mental en los procesos ideativos, sensación de incompletez en las operaciones mentales superiores, deficiencia volitiva y sentimentalidad disminuida, en la esfera psíquica. Tal complexo sintomático corresponde a la neurosis que Janet denominó "psicastenia" y que otros autores han considerado como una forma cerebral de la neurastenia. Para completar, in totum, el cuadro sintomático de la psicastenia de Janet, nos faltaría la existencia de las obsesiones o fobias. En N. N. existe, seguramente, la apetencia tóxica que es inherente a su psiquismo de degenerado constitucional y esa apetencia tóxica no es más que un estado obsesivo de carácter psicoasténico.

De cualquier modo, este cuadro nosológico, que actualmente presenta N. N. este sindroma neurasténico-psicasténico bien aparente, tiene como substratum la constitución neuropática y heredo-degenerativa del sujeto, sobre la que ha actuado, prolongada e intensamente una intoxicación crónica por la morfina. Como coadyuvante en la etiología de este estado morboso, podría mencionarse la acción deprimente de los repetidos choques morales de sus desastres económicos, acción tanto más perniciosa cuando que actuaron, insólita y bruscamente, sobre una organización cerebral congénitamente débil y ya presa de la nefasta acción de la morfina.

Por consiguiente, basándonos en las consideraciones desarrolladas en el estudio que antecede, podemos, desde luego, formular las siguientes.

 

 

CONCLUSIONES

 

1ª. N. N. es un neurópata constitucional, con taras hereditarias de carácter degenerativo (factor predisponente), sobre el que ha actuado, de un modo prolongado o progresivamente intenso, una intoxicación por la morfina (factor determinante), lo que ha dado por resultado el estado patológico psico-físico especial y clínicamente bien determinado que se conoce con el nombre de morfinomanía.

2ª. Es un morfinómano inveterado, desde una época que remonta por lo menos, desde seis años atrás, sin que durante todo ese tiempo haya sido sometido, voluntaria o involuntariamente, a un tratamiento apropiado.

3ª. A su intoxicación principal por lo morfina, ha agregado algunos abusos alcohólicos (sobre todo vinos) y, últimamente, y por espacio de  varios meses, la acción tóxica de la cocaína y, tal vez, de la estovaína.

4ª. En la actualidad en pleno tratamiento de desintoxicación, su estado ha mejorado notablemente, sin haber llegado, no obstante, a la completa restitutio ad integrum, pues persiste –como reliquia de su intoxicación crónica– el sindroma denominado psicastenia, de origen tóxico. Este conjunto sintomático, somato-psíquico, se prolongará todavía por un tiempo, que no es posible determinar dado el terreno degenerativo constitucional del sujeto.

Por consiguiente respondiendo con estrictez a las preguntas especialmente indicadas por V. S. a la pericia, afirmamos que:

1°. N. N. sin ser un alienado –demente, en el concepto juridico,– presenta, actualmente, anomalías que atenúan su responsabilidad con relación a las prescripciones de la ley penal.

2°. Presenta anomalías constitucionales (degeneración hereditaria) y adquiridas (intoxicación crónica morfínica igual a morfinomanía) que gravan su personalidad, habiéndole determinado anormalidades intensas del funcionamiento psíquico; causas determinantes más que suficientes, que han podido influir en su ánimo para llevarle a ejecutar hechos anormales y alterar su conducta regular habitual u

 

 

Buenos Aires, 8 de agosto de 1918

 

 

1. Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal. Año V, 1918.

Nota del Editor. En los textos de esta sección ha sido respetada la ortografía original.