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Primera parte
Un psiquiatra alemán clásico
en la Argentina:
Eduardo Enrique Krapf
(1901-1963)
Alfonso Carofile(1)
Predicciones
sobre el drama
A principios del siglo XIX Madame Stäel recorrió Alemania y escribió un texto deslumbrante sobre el pensamiento y el pueblo germánico. El poeta Heinrich Heine le contestó, llamándola a la realidad, en su libro Qué es Alemania. Heine, en 1833, escribió estas palabras:
...el filósofo de la naturaleza será terrible al comunicarse con las fuerzas originales de la tierra y medir los escondidos poderes de la tradición. Al evocar a todo el panteísmo alemán y despertar en él el ardor de la lucha que encontramos en los antiguos germanos. Al querer combatir no para destruir, ni siquiera para vencer, sino únicamente para combatir. El cristianismo a dulcificado algo del brutal bélico de los germanos, pero no ha podido destruirlo. Y cuando la cruz, ese talismán que lo encadena, se quiebre, entonces se desbordará de nuevo la ferocidad de los antiguos combatientes, la exaltación frenética de los berserkers, a quienes los poetas del Norte cantan aún en día. Entonces –y ese día habrá de llegar– se levantarán de sus tumbas fabulosas las antiguas divinidades guerreras y se quitaran de los ojos el polvo secular. Thor se alzará con su martillo gigante y demolerá las catedrales góticas. Cuando oigáis la gritería y el tumulto tened cuidado queridos vecinos franceses, no os mezcléis en lo que hagamos en nuestra casa de Alemania: os podrían sobrevenir daños. Libraos de soplar el fuego, libraos de apagarlo, porque fácilmente podrías quemaros los dedos. No os riáis de estos consejos aunque procedan de un soñador que os invita a que desconfiéis de los kantianos, de los fichteanos, de los filósofos de la naturaleza; no os riáis del fantástico poeta que espera en el mundo de los hechos la misma revolución que se ha realizado en el terreno del espíritu. El pensamiento precede a la acción como el relámpago al trueno. El trueno en Alemania es verdaderamente alemán también: no es muy rápido y viene rodando con lentitud, pero vendrá: y cuando oigáis un estampido como jamás se halla escuchado en la historia del mundo, sabed que el trueno alemán ha estallado al fin. Ante este ruido las águilas caerán muertas desde lo alto y los leones, en los desiertos más apartados del Africa, bajarán la cola y se deslizarán en sus reales antros.
En Alemania se representará un drama a cuyo lado la Revolución Francesa será un inocente idilio. Sonará la hora. Y los pueblos se reunirán en torno a Alemania como en las gradas de un anfiteatro para ver grandes y terribles “juegos”.
Datos
biográficos y urdimbre creencial
A comienzos de siglo, quizás un poco antes, muchas familias judías de Centroeuropa habían conquistado una importante respetabilidad social. Una de ellas, fue la familia Krapf formada por Juan Enrique Krapf y Ana Adelaida Haase. Estaban establecidos en la muy antigua ciudad de Nuremberg, en el estado de Baviera, cuna de Durero y núcleo de irradiación cultural desde la Edad Media.
El 4 de julio de 1901 nace en el seno de esta familia perteneciente a la burguesía acomodada, bávarojudía Enrique Eduardo Krapf. Su padre Juan Enrique (1874-1935) era médico. Tuvo, Enrique Eduardo Krapf una educación esmerada y laica que comenzaba naturalmente con las institutrices francesas y seguía con cursos particulares, durante años, entre niños de formación económica y social relevante.
Escribe Walter Benjamin, un contemporáneo suyo que eligió otro camino existencial, pero que también pertenecía a la burguesía acomodada, refiriéndose al simbolismo del apellido de su “gouvernante” francesa: “Las consonantes de la señorita Pataud leídas a la manera hebraica, dan un catálogo de las virtudes de la burguesía: la P era de primero, de puntualidad, de perseverar; la T significaba trabajador tranquilo, y por lo que hace a la D final significaba disciplinado, deber, digno de elogios y deseoso de aprender”. Aquí vemos adjetivada la “urdimbre creencial” de la época (Jorge Saurí) en la que Krapf desarrollará los primeros años de su vida.
Ellenberger ha destacado en su monumental “Descubrimiento del Inconsciente” que las constelaciones familiares de los grandes teóricos tienen relación con sus distintas doctrinas psicológicas. Por ejemplo; según este autor la constelación e incluso el origen social e histórico en el cual se desarrolló Freud indujo a éste a la formulación del Complejo de Edipo. Lo mismo sucedió con respecto a Adler o a Jung.
Recordemos que en Centroeuropa vivían a principios de siglo distintas comunidades judías. Algunas influyentes se asimilaron y hablaban casi únicamente el alemán. Otras eran judías provenientes del “ghetto” y finalmente existían sefarditas que conocían el idioma turco, el árabe e incluso el español antiguo. Krapf pertenecía al primer grupo, que ya en 1867 tenían oficialmente igualdad de derechos. La asimilación según nos dice Ellenberger fue no sólo de las costumbres, vestidos y formas de vida sino también del sentido ideológico y religioso. Muchos conservaron la religión pero se manifestaron como “reformistas” y liberales y otros permanecieron unidos a sus comunidades sólo por tradición. Algunos pocos fueron más allá convirtiéndose en católicos, protestantes o manifestándose ateos y marxistas.
Eduardo Enrique Krapf permaneció lejos de estas controversias. Cursó precozmente la escuela elemental y frecuentó las clases de humanidades del Gymnasium Kaiser-Friedrich donde obtuvo su Abitur (título de bachiller).
Estos primeros años de su vida transcurrieron en un ambiente complejo signado por los Hohenzollern, la Gran Guerra, la derrota, la República del Weimar y las insurrecciones de los espartaquistas y de la extrema derecha. Sin embargo la “Weltanschauung” de Enrique Eduardo se formó con identificaciones fuertes con su padre y con una familia que se sentía participante de una Germania cultural orgullosa. Una cultura que al igual que describe Walter Benjamin en su Crónica de Berlín (1900) tiene como ideales la puntualidad, el trabajo, la disciplina, la limpieza y el orden. Es una moral asentada en el trabajo, el beruf (trabajo) es también en palabras de Lutero, berufung (moral).
No pudo haber permanecido Krapf ausente del creciente sentimiento nacionalista y antisemita. Sin embargo, y a pesar de ello, se recibió de doctor en medicina, en la Facultad de Medicina de la famosa Universidad de Leipzig en 1923; recién cumplidos los 22 años. Estudiar, incluirse en la cultura era para él un imperativo categórico. Las universidades alemanas mantenían una autonomía heredada del medioevo, sin lazos de dependencia con el Reich o con el estado (Land) en el que estaban. Allí moraban desde muy antiguo las sociedades estudiantiles (schulberein) sobre todo el Corps Saxonia, en el cual habían militado importantes figuras de la historia alemana.
El título de su tesis inicial: “Los síntomas catatónicos en la locura maníaco-depresiva”, se desarrolló en la más pura tradición kraepeliniana.
Durante más de cinco años concurrió al Servicio de Neurología de la Facultad de Ciencias Médicas de Hamburgo donde se formó con el profesor Nonne, al que todos los médicos recordarán por la reacción de Nonne Appel en el líquido cefaloraquídeo.
Formado en Neurología, fue enviado al Hospital Alemán de la Ciudad de Buenos Aires en un lejano país llamado Argentina. Este viaje se realizó, al Hospital Alemán que tenía en ese tiempo un contrato con el Servicio de Nonne. Aquí el joven Krapf conoció a la encantadora Margarita Elene Hyrsch que luego sería su esposa (20 de setiembre de 1926).
Veamos como era la urdimbre creencial y los héroes intelectuales de la época. Se encontraban en primer lugar Friedrich Nietzche (fallecido en 1900); Sigmund Freud, que para esa misma época funda el psicoanálisis con Joseph Breuer; otro era Ernest Haeckel, famoso por su ley biogenética que resume en la frase “la ontogenia recapitula la filogenia” También lo eran: Emil Kraepelin, Eugen Bleuler y Karl Bonhˆeffer, quien en 1910 escribe su estudio sobre “Reacciones exógenas típicas”. Un paladín de la psiquiatría alemana fue Julius Wagner Jauregg quien en 1917 introduce la malarioterapia y obtiene el Primer Premio Nobel por un trabajo psiquiátrico.
Relucían en el horizonte psiquiátrico, Schaudin, Wassermann, Jaspers que escribe su "Psicopatología General" en 1913, Alzheimer, Nissl, Kretschmer, quien publica en 1921 su Arquitectura Corporal y Carácter, Klaesi que describe en 1922 el primer tratamiento exitoso de lo esquizofrenia por el sueño prolongado; Simon, Karl Kleist profesor de Erlangen quien publica en 1933 su Patología Cerebral; Paul Erlich que sienta las bases de la quimioterapia, Franz Boas eximio antropólogo fundador del culturalismo; Franz Brentano, Ludwing Binswanger que publica "Sobre la fuga de ideas" en 1933. Todos ellos son sólo una pequeña parte del gigantesco semillero científico y cultural centroeuropeo. A este Centro, a esta "Volksgeist", o ser espiritual colectivo, que imaginaban los románticos, vuelve Krapf en 1926. Inmediatamente ingresó como Médico Interno en la Clínica Neuropsiquiátrica de la Facultad de Ciencias Médicas de Munich bajo la dirección del Profesor Oswald Bumke. Allí había fundado en 1917 Emil Kraepelin el Instituto Alemán para la Investigación Psiquiátrica (hoy Fundación Max Plank).
Enrique Eduardo llegó a Jefe de Clínica de la Cátedra de Psiquiatría y Neurología en 1927 y mantuvo el cargo hasta 1929. Bumke era famoso por su tratado (traducido al castellano primero por Mira y luego por Sarró). Este libro es probablemente el último gran texto de la psiquiatría alemana clásica. La publicación del “Handbuch” supone la culminación del saber psiquiátrico postkraepeliniano, que termina con la segunda guerra mundial. Este saber es un conjunto estructural cerrado y compacto (Carlos Castilla del Pino, Cuarenta años de Psiquiatría, p.84).
Bumke fue rector en Munich desde 1927 a 1929. En 1923 trató al dirigente soviético Vladimir Ilich Ulianov, Lenin; junto al neurólogo Föerster. Murió oscuramente el 5 de enero de 1950.
Volviendo a la vida de Enrique Eduardo Krapf, ya Privatdozent de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Munich, en 1928 es nombrado médico agregado extranjero de la Cátedra de Clínica Neurológica de la Facultad de Ciencias Médicas de París dirigida por el Profesor Guillan.
Muchas cosas habían sucedido en Alemania desde el tiempo en que Eduardo Enrique se instaló en su sólido proyecto existencial de trabajar en la Psiquiatría de su tiempo.
Recordemos que el 28 de junio de 1919 en el mismo lugar donde la derrotada Francia de 1871, tuvo que aceptar la unidad del segundo Reich de Guillermo II; los representantes germanos firmaban el tratado de Versalles.
Para algunos historiadores, el siglo XIX se continúa hasta 1920 y comienza allí el siglo XX, que inaugura una serie de luchas que culminarían con la segunda guerra mundial.
En 1923, el mismo año que Krapf se recibía de médico en Leipzig, un obscuro cabo de la primer guerra, pintor fracasado se lanzaba al “putsch" rápidamente reprimido, en la ciudad bávara de Munich. El “huevo de la serpiente" comenzaba a calentarse. En 1930 la fracción parlamentaria hitlerista pasa de doce a ciento siete diputados.
En 1932 Krapf un honesto liberal amante del orden y alejado de la política es nombrado asistente científico y Jefe de Consultorios Externos de la Clínica Neuropsiquiátrica de la Facultad de Ciencias Médicas de Colonia, bajo la dirección del Profesor Aschaffenburg. Este será el último cargo de Enrique Eduardo Krapf en Alemania. El 20 de febrero de 1933 Herman Gˆring invita a los industriales, latifundistas y banqueros a apoyar materialmente el nacional-socialismo con gran adhesión de éstos; Krupp, representante de la industria de armamentos depositó un millón de marcos. Un mes más tarde se queman los libros en distintas ciudades de Alemania. Todo judío, todo liberal, todo izquierdista, todo católico es considerado “un sujeto despatriado”.
Enrique Eduardo que reunía por lo menos dos de esas cualidades huye a Francia. Su desánimo fue grande; él, que había seguido la tradición alemana, que representaba a la ciencia oficial más que aquellos que lo perseguían y que decían ser: “la fe en las fuerzas creadoras ínsitas en lo alemán” (Diccionario filosófico Kröner, 1943), debe abandonar el país. Llega a París y comienza a trabajar en Neuropatología con el prestigioso Ivan Bertran de la SalpËtriere. Según el Profesor Insúa años después se descubrió una lista en manos de los colaboracionistas franceses. Krapf estaba segundo en la lista de los que iban a ser asesinados. El mismo Gustav Aschaffenburg (1866-1944) pudo permanecer en Colonia como profesor hasta 1934, debiendo luego emigrar a los Estados Unidos, donde falleció. En su tratado colectivo que es un pilar de la psiquiatría germana aparece el artículo “princeps" de Eugen Bleuler “Demencia precoz o grupo de las esquizofrenias" (1911). Junto a este sabio miles de intelectuales deben abandonar la patria alemana rumbo a Inglaterra (Mayer Gross) y Estados Unidos (Schilder).
Enrique Eduardo adquirió una gran experiencia en neuropatología, instalándose posteriormente en Escocia donde, por examen obtuvo el título de Fellow de la Royal Society of Glasgow. Años más tarde en 1937, fue nombrado médico agregado extranjero de la cátedra de Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Ciencias médicas de Londres dirigida por el profesor Mapother. Pero su errancia, sin embargo continuó. Avisado por las autoridades del Reino Unido que había que elegir un psiquiatra y que esta elección se daba entre Gutmann y Krapf, Eduardo Enrique le deja generosamente el lugar a su compañero de infortunio y resuelve partir hacia América del Sud que ya conocía desde su viaje iniciático hasta el Hospital Alemán de Buenos Aires.
Llega a la Argentina en 1933, el mismo año que Adolfo Hitler accede al poder total. Krapf pertenece al primer grupo de refugiados que llega huyendo de la persecución nazi. En ese mismo año el parlamento alemán dicta una ley por la cual todos los funcionarios debían ser de origen “ario" (párrafo de la “ariedad”, arierparagraph).
Krapf que podía haber sido reconocido por las autoridades y la Universidad Argentina, resuelve, voluntariamente, revalidar todas las materias y en 1937 se recibe de Doctor en Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Su tesis versa sobre “La influencia del ritmo meteorológico sobre las enfermedades mentales”, una contribución a la meteoropatología argentina. Está dedicada a su padre, Juan Enrique fallecido dos años antes, en 1935. El padrino de la tesis es el Dr. Gonzalo Bosch, por entonces director del Hospicio de las Mercedes.
El tema es simple y es desarrollado en forma sólida, aunque algo formal. Luego de estudiar cerca de 36.000 casos de hombres y mujeres entre los años 1923 a 1933 ingresados a los dos Hospicios concluye que el máximo de ingresos se produce en octubre y el mínimo en Mayo. Estas cifras coinciden con el aumento primaveral en el hemisferio norte. Krapf establece que la acción de la luz actuando sobre el lóbulo anterior de la hipófisis por vía nerviosa es la causa de este aumento estacional. Como los delitos contra las personas también se exacerban para la misma época, lo relaciona con un primitivo “celo humano" que despierta con la luz. El 15 de diciembre de 1937 Nerio Rojas, Alberto Rossi y L. Estevez Balado aprueban la tesis. Ha sido un nuevo bautismo, se ha “argentinizado" totalmente. Ese mismo año ingresa al Hospicio de la Mercedes como Médico Agregado y en 1938 es nombrado Jefe Interino del Servicio de Admisión. En 1939 es Jefe de Servicio en Fuerzas Armadas para pensionistas de 3ra. Clase y personal subalterno. En 1942, neuropsiquiatra honorario del Hospital Británico y en 1945 Jefe de Servicio del mismo Hospital. Ya en Alemania, Krapf había conocido al profesor Braulio Moyano que había ido al Servicio de Bumke para estudiar neuropatología con Spielmeyer. Siguió en permanente contacto con el genial puntano, llegando a constituir un ateneo informal que reunía a los curiosos de lo “último" en psiquiatría alemana.
A pesar de todas las adversidades Krapf no había perdido su fe en la ciencia, sobre todo en la centroeuropea. Su ideal racionalista continuaba incólume. Mientras tanto su familia había aumentado: Eva en 1930, Beatriz en 1935 y Tomás Andrés en 1944.
El nombre de este último vástago coincide con un trabajo que edita en 1943: Tomás de Aquino y la psicopatología. Una contribución al conocimiento de la psiquiatría medieval. ¿Conversión súbita? ¿Crisis espiritual? Vimos como Eduardo Enrique encarna la ciencia médica moderna, la nosología kantiana de Kraepelin, Bumke y Aschaffenburg.
Es Krapf un intelectual liberal, un racionalista. Nunca entendió el profundo significado de la frase de Erwin Blumefeld: “Los alemanes no han tenido más que una religión, el patriotismo”. Y en este “patriotismo", como bien lo puntualiza Elena Levin en su tesis sobre la inmigración judío-alemana, no estaban incluidos los judíos. Un patriotismo que fue siempre romántico y por supuesto antisemita (ver párrafo de Heine que comienza este texto y Friedrich Dürrenmatt, Kultur Chronik N° 5 1989). Para este último autor el nacional-socialismo, imitó al judaísmo, lo imitó para destruirlo proyectando en los judíos lo que era él mismo y proyectó hacia fuera de sí, lo que deseaba ser: “el pueblo elegido de Wotan" (ídem).
Un contemporáneo de Krapf, el escritor y poeta Walter Benjamin quiso unir la teología, el profetismo judío con el materialismo dialéctico de raigambre marxista. Terminó suicidándose cuando los nazis entraron en Francia y se encontró sin salida. Millones de judíos no pudieron elegir esta “muerte propia" (Rilke) y cayeron víctimas de la impresionante utopía racial. Esta utopía intentó una regulación biopolítica de la población con la tecnología embrionaria que comienza a hacer posible la biología, la medicina y la psiquiatría. Pero este dominio técnico del mundo no es sólo una característica del régimen nazi, tal lo señaló con puntualidad Martín Heidegger en su conversación con Richard Wisser. “...el Ser se vuelve una simple objetividad para la ciencia y actualmente un simple fondo de reserva (bestand) para el dominio técnico del mundo. Entonces: nos encontramos no en una historia de la decadencia, sino de un retiro del Ser”.
Esta utopía racial partía de una interpretación biológica, neodarwiniana de todo la sociedad. El psiquiatra Ernest R¸din (1920) propuso el proyecto de esterilización de todos los pacientes con trastornos mentales, apoyándose en dudosos estudios de genética. Cuando se promulgó el programa de eutanasia llegó a afectar a 300 mil pacientes (1940). Escribe A. M. Mitscherlich, cronista de los juicios médicos de Nüremberg: “Sus atrocidades fueron tan desenfrenadas y al mismo tiempo organizadas con tal frialdad burocrática, malicia y sed de sangre que nadie puede leer sobre el hecho sin sentir la más profunda vergüenza”. (1947).
Krapf eligió volver al medioevo cristiano a un tiempo ecuménico anterior a la formación de los estados nacionales, donde la religión formaba una comunidad de fe, una cosmovisión estática y tranquilizadora. Hacer el bien, la caridad, la compasión, reemplazan (o acompañan) al racionalismo científico y ponen un límite al irracionalismo de “la religión de los arios”.
Krapf y su mujer se convirtieron al catolicismo luego de un estudio profundo de la Patrística y de las Escrituras, de Aristóteles y de los grandes teólogos y escolásticos: Juan Escoto Erígena, Agustín, Buenaventura, Alberto Magno, Duns Scoto, pero sobre todo Tomás de Aquino (1225-1274). Esta última lectura fue la que satisfizo más a su espíritu y aplicó esta visión del mundo a todos sus saberes anteriores. Escribe en el Prefacio de su hermoso texto Psiquiatría (1959):
“Me disculpo además por no acallar mis convicciones filosóficas. Sintiéndome discípulo de Aristóteles y Tomás de Aquino sostengo la unidad esencial de la persona humana. Creo por otra parte, que la posición de Freud no era la del positivismo sino de un humanismo anticartesiano y que a ésta circunstancia se debe la naturalidad con la cual la doctrina psicoanalítica se ofrece como núcleo central de una concepción universalista del hombre capaz de conceder un lugar adecuado al aparato cerebral, a los instintos y a la energía propia, espiritual del Yo”.
Pero ¿qué clase de conversión es ésta? ¿Hay una ruptura con los valores anteriores o es sólo una continuidad existencial? Pensamos que Krapf y su esposa se “convirtieron" con racionalidad, luego de un estudio “científico" de textos que probablemente no acepten este tipo de acercamiento. Eduardo Enrique persistió en su racionalismo, al que incorporó valores y fines “inmateriales”.
Este mismo problema se le había presentado a otro gran judío cien años antes. Carlos Marx en su poco conocido opúsculo “Sobre la cuestión judía" (Anales Franco-alemanes, Barcelona, Martínez Roca, 1973) plantea al liberal judío como alguien que se imagina a sí mismo replegado en su interés, disociado de la comunidad, en cohesión sólo para conservar la propiedad privada y su persona egoísta. Para Marx la emancipación de la diferencia parece ser una condición necesaria para la emancipación humana; así, critica a Bauer el sostener el abandono del judaísmo y de la religión en general (como diferencia), para luego emanciparse como ciudadano. El problema de la emancipación política y al religión se convierte, para Marx, en el problema de la relación entre la emancipación política y la emancipación humana. En definitiva, el camino que elige Marx es el camino de la revolución de la sociedad civil; para que el Estado burgués deje de ser tal.
Ya vimos por lo menos tres soluciones a la cuestión judía: una la de Walter Benjamin, quien sin abandonar la teología se une, confusamente, al marxismo; otra, la del propio Marx, que elige la más radical y, finalmente, la de Kraft, neoaristotélica, que postula que el liberalismo se basa en una ética vacía de contenido. Kraft propugna una apelación a la tradición aristotélico-tomista con las consecuencias políticas que ello trae aparejadas.
Volvamos por lo tanto, a nuestro autor y su drama.
El trabajo de tesis sobre Santo Tomas de Aquino y la Psicopatología que tiene por subtítulo “contribución al conocimiento de la psiquiatría medieval”, comienza criticando la leyenda “negra" de la edad media, y señalando la importancia de la personalidad y la obra de Tomas de Aquino que investiga en los textos originales pues el Doctor Angélico nunca se propuso tratarlos como tema especial. Según Fernando Pagés Larraya, Krapf dedicó esta tesis inicialmente al profesor Bernardo Houssay. Escribe Pagés Larraya, que se encontró con Krapf en Ginebra en la última etapa de su vida, y que le condensó –paralizado por el miedo– que acuñar los términos del latín de Santo Tomas al castellano, le resultaba una tarea inaccesible.
Entre las ideas fecundas del filósofo medieval, Krapf rescata la unidad orgánica, estructural de la vida psíquica y la concepción estratigráfica, con los correspondientes procesos integrativos y desintegrativos. Asimila el alma vegetativa “a la persona profunda" de la nomenclatura actual, así como el sensus communis a la función “configurativa”, la vis aestimativa (del alma sensitiva) al aspecto cognoscitivo del instinto y, por último, las dos grandes tendencias del appetitus sentivivus o sea la propensión al goce (appetitus concupiscibilis) y la propensión a la lucha (appetitus irascibilis) las considera Krapf como una anticipación de la pulsión sexual y de agresión descriptas por Freud. De acuerdo con Aristóteles, considera que el alma es impasible de enfermedad o corrupción. “De todos modos, toda alienación mental es para Santo Tomas una deficiencia en el uso de la razón y esta deficiencia puede, según él, originarse de dos manera, o porque las pasiones son tan intensas que no permiten intervención a la razón, o porque el aparato físico funciona tan mal que la razón no puede intervenir”. Es llamativa la importancia que Santo Tomas da al cerebro como instrumento de la vida psíquica y también el criterio forense “ya que los amentes son personas que no disciernen que es un delito, no es posible imputarles una culpa”.
Krapf termina el texto haciendo referencia al texto tomista, que tiene su iniciación en las disciplinas psicológicas con los conceptos de intencionalidad y acto, introducidos por Brentano. Afirmando que el pensamiento del santo medieval es de “una frescura e inmortalidad sorprendentes”.
Por otra parte completó su análisis didáctico con Angel Garma, tarea que ya había comenzado en Londres con Melanie Klein quien vivía en Inglaterra desde 1936. Parecía haber completado los dos caminos, fines inmateriales del Ideal del Yo que postula en el Prefacio de su Psiquiatría...
En la Facultad de Medicina, hizo la carrera docente. Fue Adscripto, docente libre en 1948 y Profesor Adjunto de 1949 a 1953. En esa misma época viaja a Filipinas, Manila donde la Facultad de Medicina lo nombra profesor.
El 14 de noviembre de 1950 “Año del Libertador General San Martín" por resolución ministerial firmada por el entonces ministro de Salud Pública Carrillo, es designado junto a Martínez Dalke, Braulio Moyano su amigo, Arístides Barrancos y Juan Francisco Solari para confeccionar una guía de la Clasificación Sanitaria de los Enfermos Mentales. Este “vocabulario" es una clasificación explicada que aparece como un esquema en las obras completas de Carrillo. En los considerandos el ministro escribe:
“...que la Psiquiatría ha llegado en la actualidad a constituir una rama de la Medicina cuya importancia y proyecciones se acrecientan constantemente y que necesita hacer uso de un lenguaje preciso y correcto, eliminándose los vocablos inadecuados e impropios, que confunden y perturban el mejor conocimiento y la interpretación psiquiátrica”.
Argentina y su “Estado de Bienestar" se adelantaba cuarenta años a la clasificación internacional de trastornos mentales. Krapf revive en este glosario toda su formación centroeuropea, pero no menta a Kraepelin ni Bleuler, sino que llamativamente se dirige por primera vez en la Argentina al maestro Karl Kleist y a su doctrina de las esquizofrenias: sistemáticas y asistemáticas, a las psicosis marginales, a las “disfrenias" como llama a las personalidades psicopáticas y a las cuales dedica un artículo en la Prensa Médica Argentina.
En las antiguas historias del Hospital Nacional Neuropsiquiátrico de hombres todavía podemos leer la clasificación como una guía de diagnóstico para el médico tratante.
Desde 1937, recién llegado a la Argentina, hasta 1953 en que parte hacia Ginebra, realiza su carrera asistencial en el Hospital Nacional Neuropsiquiátrico de hombres, donde llega a ser e Jefe del Servicio Pinel. Allí se formaron sus discípulos predilectos: Juan José Morgan que continuará su tradición luego del alejamiento del maestro, Raúl Unsandivaras, Mauricio Neuman, Mauricio Goldenberg y otros.
El Dr. Alejandro Vainer miembro del Capítulo de Historia de la Psiquiatría, me ha hecho llegar unas líneas sobre la influencia de Krapf en el desarrollo de la psicoterapia grupal en la Argentina. Sería este un trabajo sobre la genealogía (Foucault) de esta disciplina. Vemos que ya en 1951 Raúl Unsandivaras realiza su tesis sobre psicoterapia de grupo a sugerencia de Krapf y que éste, ya la practicaba en el antiguo Servicio Pinel. A esta experiencia se sumaron Salomón Resnik y Morgan que presentaron en 1953 un trabajo en el Congreso de Toronto (Canadá). Participaron también Gilberta Royer (Gilou G. Reinoso) y J. Mom. En 1954 se fundó la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, cuyo presidente era Unsandivaras y Krapf miembro fundador.
Vemos que desde el Servicio Pinel se produce una irradiación cultural que innova no sólo en la psiquiatría clínica sino también en el psicoanálisis y la psicoterapia grupal. La inquietud de Enrique Eduardo Krapf continúa. Es asiduo colaborador de la Revista Neuropsiquiatría que contaba entre sus miembros a Ipar, Bonich, Goldenberg, Pereyra, Melgar. Entre 1951 y 1952 ejerce la función de Vicepresidente y luego Presidente del Comité Ejecutivo de la Federación Mundial para la Salud Mental.
La Higiene Mental o Salud Mental comienza a formar parte de la utopía de Enrique Eduardo. Este último intento heroico de cambiar la conducta de las personas “sin rozar siquiera el contenido de sus relaciones sociales" (W. Benjamin, Crónica Berlinesa) será parte de su ideal hasta el fin de su vida.
Ya en 1946 había sido propuesto como el primer Jefe de Psicología Médica de la Primera Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires y posteriormente Jefe del Consultorio de Medicina Psicosomática del Instituto de Investigaciones de la Academia Nacional de Medicina.
Fue por lo tanto uno de los primeros psiquiatras interesados en la práctica del Hospital General, siendo médico de la cátedra dirigida por el Dr. Castex (Interconsulta, psicología médica y luego psiquiatría de enlace).
Psiquiatría clásica, clasificación y nosología, psicoanálisis y finalmente Salud Mental fueron en la vida de Krapf permanentes superaciones dialécticas, de aquel que seguía siendo un médico liberal y racionalista y que era aristócrata sin querer serlo.
A principios de 1954 llamado por la OMS se establece en Ginebra (Suiza) siendo nombrado jefe de la Sección de Salud Mental de la OMS, cargo en el que se jubila en 1963.
Durante su permanencia en la OMS trabajó diligentemente en la nueva concepción de salud que se explicita en la Constitución de la Organización. Dice:
“La salud no es la ausencia de enfermedad o deficiencia, sino un estado de completo bienestar somático psíquico y social”.
Siempre el estado argentino fue generoso con el bávaro y su aporte científico. En 1953 y por su contribución a la psiquiatría argentina se le otorgó una licencia por dos años para que pueda: “trasladarse al extranjero, para actuar como representante en Ginebra de la Federación Mundial de Salud Mental" (Firmado Juan D. Perón, Carrillo Dec. 20719). Fue el primer latinoamericano que ocupó el cargo de vice y luego presidente electo de la Federación Mundial para la Salud Mental. Es Krapf un emergente y expresión de su época (Zeitgeist). Por su ascendencia, trayectoria, cultura y formación tomó como eje de su existencia la definición que el poeta romántico Novalis dio del hombre: “Debe tener el don de saber vivir con igual capacidad de identificación en distintos lugares y en distintas naciones”. Justamente en un trabajo científico de 1948 distingue Krapf entre políglotas verdaderos y falsos. El era un verdadero políglota, capaz en una reunión en la que se hablaban distintos idiomas, de dirigirse a cada uno de los integrantes en su lengua materna.
En 1956, en uno de sus tantos viajes a la Argentina se presentó a concurso para titular de la Cátedra. Todo su legajo “desapareció" misteriosamente, esta vez por el odio sectario y las mezquindades de la pequeña política universitaria, en un espacio al que le costaba (o le cuesta) transformarse en un verdadero Universitas Studiorum. Pero Enrique Eduardo Krapf seguía en la superación de su vida anterior. Totalmente consagrado a la utopía de la Salud Mental sus documentos enviados desde la OMS ayudaron a crear el Instituto Nacional de Salud Mental.
Ya Argentina se había vuelto indiferente a la posibilidad docente de Krapf. Tanto es así que en otro viaje Florencio Escardó, en ese momento decano de la Facultad le ofreció ser el Titular de la Cátedra de Psicología médica, creando para él, el cargo y la materia. Pero no le ofrecían un Servicio Asistencial y de formación.
Y allí, según Insúa, Krapf que había sido designado nuevamente Profesor en Alemania y Suiza le dijo en su estilo directo: “Vea Dr. Escardó, si Ud. quiere que yo venga a la Argentina a ser bosta para que crezca el trigo encima, vengo, pero si Ud. quiere que venga a dar mal olor nada más, no vengo”.
Es mucho más lo que podría escribirse sobre la vida de Eduardo Enrique Krapf. Le tocaron tiempos difíciles, como a todo el mundo, pero el supo empujar su existencia en un monumental esfuerzo de sublimación creativa. Dejó centenares de trabajos sobre distintos aspectos de la psiquiatría, el psicoanálisis, la psicoterapia y la salud mental. Empezó su vida como un ciudadano del mundo que quiso ser alemán. Terminó nacionalizándose argentino, pero sin embargo vivió la última parte de su vida en Suiza, país plurinacional. A los pocos días de jubilarse, se sintió mal teniendo que ser internado en el Hospital Cantonal de Ginebra, donde habrá de fallecer el 9 de diciembre de 1963.
Creemos con Goldenberg, que Enrique Eduardo fue uno de los máximos psiquiatras argentinos, un gran profesor, pero sobre todo un hombre honrado, noble, bueno, muy bueno u
Bibliografía
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